HERENCIAS ANCESTRALES QUE SIGUEN MANIFESTÁNDOSE
Los Mochicas, surgen y se desarrollan entre los siglos I y VI d.C., teniendo como escenario la larga y angosta franja desértica de la costa norte del Perú
LAMBAYEQUE | El tema étnico gana terreno en los últimos tiempos. Lambayeque mira hacia atrás y trata de buscar sus raíces para fortalecer su identidad. Unos dicen somos Lampallep y otros dicen, somos Muchik.
Sea lo primero o lo segundo, lo cierto es que hoy en día, en esta primera década del siglo XXI, en nuestros pueblos aun se resisten a desaparecer costumbres gastronómicas, arquitectónicas, textiles y de uso medicinal que se transmiten de generación en generación y que vienen desde esas épocas. Ni los más de 300 años bajo el yugo español pudieron anularlas.
Cultura. La criatura llora y no hay remedio que lo haga callar. El gasto en la farmacia ha sido en vano, pues el wawa (1) sigue llorando. Debe estar 'ojeado' (2) señala doña Anastacia Chapoñán, una anciana, cuya edad se pierden entre los pliegues de sus arrugas. Ella es el médico del caserío y sus conocimientos sobre cómo curar con plantas, las recibió de su abuela, quien a su vez lo hizo de su madre y esta de su abuela y así, la transmisión de conocimientos se remonta por varias generaciones hasta perderse en los albores Mochicas.
La presencia de expresiones Mochicas en la población de la región Lambayeque, sin duda se manifiesta en las zonas rurales de los distritos de Monsefú, Ciudad Eten, Morrope en mayor grado y en Túcume, Mochumí e Íllimo en menor grado.
La rica y espumosa chicha de maíz servida en labrados 'potos' y singulares 'cojuditos', está presente en todas las viviendas rurales. La calabaza, una de las plantas que sembraban los Mochicas y Los Lambayeque cuyos frutos semejantes a los zapallos, redondos, se sigue usando para la fabricación de objetos útiles en la cocina. En la gastronomía nos legaron los dulces camotes, el consumo de los productos hidrobiológicos del mar.
Recipientes. La calabaza también era y es usada como plato en el 'mate', o como jarrón en la 'chicula' o como un recipiente grande, llamada 'lapas' para lavar hasta ropa. Y una calabaza seca que recibe el nombre de 'checo' es usada como rueda de una rústica carretilla fabricada con palo de 'pajaro bobo', una planta que crece en el lecho del río y que sirve para armar las paredes de las viviendas abrigadoras, que tienen como soporte a los duros 'horcones' del algarrobo.
Y es el algarrobo, la varilla de fierro Mochica. Él soporta el peso del techo, tejido con caña brava y con carricillo cubierto con emplasto con arcilla batida, que tiene una consistencia de soportar las lluvias de verano. Y es el algarrobo, cuyo duro corazón, le da una firmeza para ser usado en la labranza de los suelos. O como puente sobre los canales y acueductos que cruzan la campiña lambayecana.
En muchos caseríos, sus puentes son vigas de algarrobos, cubiertos por paja y tierra y las viviendas rurales y hasta de los pueblos, siguen usando la arquitectura Mochica, con sus habitaciones amplias y poca ventilación.
Algodón. Y hoy, el algodón llamado nativo, es una muestra que antes que los españoles trajeran el algodón de procedencia egipcia, ya los Mochicas sembraban y usaban el algodón de colores. Desarrollaron una exquisita técnica textil y sus mantos y tejidos aún perduran en las tumbas desenterradas. Y las manos lambayecanas de hermosas mujeres siguen hilando, siguen tejiendo, siguen produciendo hermosos tejidos para el uso diario con el exquisito algodón nativo. El programa estatal Agrorural tiene la meta de instalar este año unas 100 hectáreas de algodón nativo en Lambayeque.
Medicinas. No se queda atrás el uso del 'cuncuno', el overo, el zapote, la corteza del algarrobo, del llantén, de la cola de caballo, de la cáscara de papa y del pelo de los choclos, para nombrar solo algunos de los productos vegetales que siguen usándose para curar los males.
No hay caserío de la región que no tenga a su 'curiosa o curioso' que prepara brebajes y pone emplastos de arcilla con jugo de hojas y tallos de diversas plantas.
No hay fiesta donde no esté presente la rica chicha de maíz, no hay cocina por más humilde que sea que no tenga un mate, un poto, un cojudito. No hay cholo o chola alguna que con orgullo muestre sus lindos tejidos en un domingo fiestero.
Es el alma Mochica que está presente en mi pueblo y es este pueblo que va hacia su encuentro, rescatando el idioma Muchick.
Como diría el gran Señor de Sipán, "Maeich muchik chipan sieameiñ". Somos mochicas, aún vivimos.
CULTURA MOCHE
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