VIRREINATO, REFORMAS BORBÓNICAS Y REBELIONES INDÍGENAS

ORGANIZACIÓN POLÍTICA DEL VIRREINATO

1.     AUTORIDADES CENTRALES O METROPOLITANAS (GOBIERNO DESDE ESPAÑA)

Para administrar sus territorios, el gobierno español creó instituciones en España y en América. En la península fueron el rey, el Consejo de Indias y la Casa de Contratación de Sevilla

A.    El rey
Durante los casi tres siglos que América estuvo subordinada a España, ésta fue gobernada por dos dinastías: los Habsburgo o casa de Austria (s. XVI y XVII);  y,  los Borbones o casa de Francia (s. XVIII). Los reyes Habsburgo fueron Carlos I, Felipe II, Felipe III, Felipe IV, y Carlos II. Como éste último falleció sin dejar descendencia, hubo una guerra de sucesión que finalizó con el establecimiento de la casa Borbón. Los reyes de esta dinastía hasta la independencia del Perú fueron Felipe V, Fernando VI, Carlos III, Carlos IV y Fernando VII.

El rey era la suprema autoridad en España y sus colonias.  Ejerció un gobierno absolutista. Los reyes contaron con la ayuda de funcionarios elegidos por ellos mismos. Era la cabeza del gobierno y tenía la última palabra en relación a la legislación (reales cédulas) y todas las decisiones que se tomaran respecto al Nuevo Mundo.

B.    El Consejo de Indias
El Real y Supremo Consejo de Indias fue fundado en 1511 y reformado por Carlos I en 1524. Estaba conformado principalmente por juristas. Debía elaborar leyes y crear las instituciones necesarias para dominar ordenadamente los territorios americanos. Poseía una amplia gama de atribuciones:
  • Legislativas: elaboraba todas las leyes y decretos relacionados con las Indias en nombre del rey y con su debida aprobación.
  • Políticas: demarcaba territorios, proponía autoridades, mantenía correspondencia con ellas y controlaba su conducta, mediante investigaciones o juicios de residencia.
  • Judiciales: era tribunal de última instancia tanto en lo civil como en lo penal. Teóricamente, debía encargarse de proteger a los indígenas en el Nuevo Mundo.
  • Financieras: estableció los impuestos a pagar y la forma de recolectarlos.
  • Eclesiásticas: autorizaba la publicación de los documentos pontificios y organizó el cobro y repartición de los diezmos.

C.    La Casa de Contratación de Sevilla
Fue creado en 1503 por los Reyes Católicos. Se encargaba de los negocios con los territorios americanos. Al principio sólo se dedicaba a reglamentar y desarrollar el monopolio comercio entre la península y los territorios americanos posteriormente sus funciones fueron ampliándose.

Como la Corona Española estableció desde el principio que el único puerto del cual se podía partir hacia América era Sevilla, llevaba registro de las personas y mercaderías que cruzaban el océano Atlántico.También controlaba los envíos de metales preciosos provenientes de América y cobraba los impuestos de avería (de permanencia en el puerto) y de aduana, entre otros. Asimismo, era un tribunal de justicia encargado de resolver los pleitos entre comerciantes y marinos.Por último, debía verificar que los pilotos fueran capaces de navegar a través de mares y océanos, por lo que instituyó el cargo de «piloto mayor», quien debía impartir los conocimientos básicos o verificar si los candidatos los tenían.Con el correr de los años surgió una Escuela Náutica donde se elaboraron instrumentos de navegación, mapas y se dictó cátedra de cosmografía.

D.    Las visitas y los juicios de residencia
Las visitas fueron investigaciones secretas a cargo de un visitador elegido por el Consejo de Indias. Éstas podían ser de dos tipos: específicas (aplicadas a una provincia o a un funcionario como resultado de continuas quejas) o generales (inspecciones de todo un virreinato y sus autoridades, de la más importante a la más insignificante). Su objetivo era poner al descubierto actos y procedimientos ilegales.

Los juicios de residencia fueron exámenes judiciales públicos a los que se sometían todos los funcionarios del gobierno al finalizar su gestión. Después de avisar a la comunidad en pleno, los jueces recibían todo tipo de acusaciones que aportaran datos y pruebas concretas en contra del residenciado. No obstante, éste tenía el derecho de defenderse antes de ser juzgado y podía presentar testimonios que lo favorecieran. Si era encontrado culpable de algún delito o abuso de poder, las penas podían ser: prisión, multa, expropiación de bienes, y hasta el destierro. Si, por el contrario, era declarado inocente, se le tenía en cuenta para ascensos y cargos de confianza en el futuro.
 
2. AUTORIDADES COLONIALES O VIRREINALES
El virreinato del Perú fue creado en 1542, mediante las Leyes Nuevas. Su capital se estableció en la ciudad de Lima. Las principales autoridades que permitían su funcionamiento fueron:

A.    El virrey
Era la máxima autoridad dentro del virreinato peruano con amplios poderes, pero siempre dentro del marco legal impuesto desde la metrópoli. Era el representante personal del rey español. Como suprema autoridad del virreinato fue el encargado de impartir justicia, administrar el tesoro público y velar por la evangelización de los indígenas.

Su elección estaba en manos del rey, pero era el Consejo de Indias quien proponía a los candidatos. Para este cargo se escogió principalmente a nobles, pero también a militares, abogados y, en ocasiones, eclesiásticos.

Cuando un nuevo virrey llegaba a su jurisdicción recibía las memorias de su antecesor, en las cuales podía encontrar una síntesis del estado general del virreinato. Además, esta autoridad ya traía de España una serie de instrucciones y encargos que cumplir. A pesar de que al virrey le competían todos los asuntos de gobierno, guerra, economía, comercio, navegación, y regio patronato, su poder estaba recortado por la obligación de consultar con el Consejo de Indias algunas medidas que debía adoptar.

El primer virrey del Perú fue Blasco Núñez de Vela y; el último fue José de la Serna.

B.    Las Audiencias
Las Audiencias eran jurisdicciones territoriales en que se dividía el virreinato peruano. Se encargaban de la administración de justicia. Estaban compuestas por jueces u  oidores (juristas españoles que asesoraban al virrey en los asuntos de gobierno). Cada cierto tiempo los oidores debían realizar viajes de inspección por las provincias bajo su jurisdicción y redactar informes para la metrópoli.

Una de sus atribuciones políticas era vigilar la ejecución de todas las disposiciones reales relativas al gobierno del Estado y de la Iglesia. Además, en caso de muerte del virrey, debía asumir el gobierno del virreinato hasta la llegada de uno nuevo.

Entre sus funciones judiciales estaba la de recibir las apelaciones de instancias menores. Debía velar por el bienestar de los indígenas y atender especialmente sus quejas y reclamos, por eso se nombró a una persona dedicada sólo a esta gestión: el protector de naturales.

En 1544 llegó el primer virrey al Perú. Con él se estableció la Audiencia en Lima, institución que debía colaborar con el gobierno del virreinato. Poco después, la Audiencia de Lima se convirtió en Real Audiencia, y se crearon otras como las de Panamá, Santa Fe de Bogotá, Charcas (La Plata), Quito, Chile, Buenos Aires, Caracas y Cusco. Algunas se instituyeron en el siglo XVI, otras en el XVII y las dos últimas en el XVIII.

C.    Los corregimientos
Al interior de las diversas Audiencias se encontraban los corregimientos, que eran unidades administrativas territoriales. Cada corregimiento estaba a cargo de un corregidor.

Un requisito para elegir a los corregidores era que no hubieran nacido ni tuvieran familia en la jurisdicción a la que iban a ser designados Por ello también tenían prohibido casarse con mujeres de la zona, salvo que se les concediera una dispensa especial.

Las funciones del corregidor eran políticas y judiciales. Para cumplir a cabalidad con sus funciones estaba obligado a hacer una gira anual por su distrito y verificar que todo estuviera en orden.
Fueron, quizás, los funcionarios más detestados por los indígenas, ya que, se aprovechaban de ellos: organizaban la mita, cobraban impuestos excesivos, los obligaban a trabajar para ellos y también a comprar productos traídos desde España a precios exorbitantes, es decir, a un reparto forzoso de mercancías. Este abuso de autoridad originó cientos de revueltas indígenas a lo largo de la Colonia.

D. Las intendencias
En el siglo XVIII los corregimientos fueron sustituidos por las intendencias siguiendo la modernización de la corona española efectuada por los reyes borbones. Estas nuevas jurisdicciones, de mayor envergadura, abarcaron varios corregimientos. De esta manera, y a partir de 1784, el virreinato del Perú se dividió en siete intendencias: Lima, Trujillo, Tarma, Huamanga, Cusco, Huancavelica y Arequipa. Posteriormente se creó Puno.

Hay que indicar que las intendencias se dividían en provincias llamadas partidos a cargo de un subdelegado que dependía del intendente.

 La mayor parte de los intendentes fueron peninsulares, pues la Corona buscaba alejar a los criollos del poder. Esta decisión tendría terribles consecuencias para España.

E.    Los cabildos O AYUNTAMIENTOS
Los cabildos o ayuntamientos fueron los municipios de la época y ocuparon el escalón más bajo de la jerarquía administrativa. Actualmente se les denomina  municipalidades. Cada ciudad fundada contaba con sus alcaldes y regidores, cargos que en su mayoría estuvieron en manos de los criollos.

Tuvieron varias funciones: repartir tierras entre los vecinos, organizar la policía local, dar permisos de construcción, conservar las cárceles y caminos, inspeccionar hospitales, vigilar precios locales, etc.

F.   LOS CACIQUES
Descendientes de curacas, algunos de estos pertenecían a la nobleza indígena, otros, eran nombrados. Eran los «colaboradores» de la corona española, pero más directamente de los corregidores. Fueron los intermediarios entre la administración colonial y la población indígena. Entre sus principales funciones tenemos: cobraban el tributo indígena para entregarlo a la Corona, colaboraban con el corregidor en el reparto forzoso de las mercancías a los indígenas (repartimientos mercantiles), reclutaban a los indígenas para enviarlos a mitar, colaboraban con la Iglesia para la extirpación de idolatrías, etc


ORGANIZACIÓN SOCIAL DEL VIRREINATO: LA REPÚBLICA DE ESPAÑOLES

1.     INTRODUCCIÓN
A partir de 1532, en los territorios del Tahuantinsuyo, se produjo una profunda e irreversible transformación en la composición de la población y una reestructuración de la sociedad indígena.

El Tahuantinsuyo había albergado antes de la llegada de los españoles diversas razas y culturas Cuando llegaron los conquistadores, éstos adoptaron el papel de grupo dominante, colocando a todos los naturales, bajo el nombre de "indios", dentro del grupo dominado. A estos dos grupos se sumó posteriormente un tercero: el de los negros africanos llegados a América en condición de esclavos.

De los tres grupos antes mencionados, el mayoritario -es decir, el de los indígenas - ocupó una posición subordinada y no tuvo privilegios. Por el contrario, los españoles -que constituían la minoría de la población-, asumieron un rol predominante, concentrando para sí todo el poder y ocupando un lugar hegemónico dentro de la sociedad colonial peruana. Desde el principio, los esclavos fueron el último grupo de la jerarquía social; sin embargo, muchas veces estuvieron más cercanos al hombre blanco que al indígena por el tipo de trabajo al que fueron dedicados.

Finalmente, es importante destacar que estos tres grupos étnicos se mezclaron dando origen al mestizaje, fenómeno que hoy es característico de la realidad peruana y latinoamericana.

2.     CARACTERÍSTICAS DE LA SOCIEDAD
Algunas características generales de la sociedad virreinal, de alguna manera, están presentes en la realidad de nuestro país actualmente.

De España a América se trasladó una sociedad jerarquizada. Al interior de ella, se distinguían claramente diferentes estratos o grupos.

La corona española dividió legalmente a la sociedad en dos categorías: la "república de españoles" y la "república de indios". En la primera, estuvieron incluidos los españoles peninsulares, los criollos, y los mestizos legítimos, es decir, los hijos de españoles casados con mujeres indígenas. En la segunda fueron agrupados todos los indígenas y sus curacas. En teoría, estas dos comunidades debían permanecer separadas, tenían sus propias autoridades y obligaciones, e incluso vivían en lugares distintos. Pero, en realidad, esto no era así, y la política del Estado fue desde el principio un rotundo fracaso. Cabe señalar que esta división no consideró la aparición de nuevos grupos -las castas-, que surgieron como resultado de la unión temprana de los grupos mencionados. Además, había una tercera categoría especial: la de los esclavos africanos.

 Otro aspecto que debe mencionarse es que dentro de la sociedad virreinal hubo discriminación racial. Se dio la «pigmentocracia», sistema por el cual los grupos eran clasificados de acuerdo al color de su piel. Obviamente, en el estrato superior estaban los blancos. Al principio sólo había tres grupos (españoles, indígenas y negros), pero esto fue cambiando a medida que se producía el mestizaje.

Todo lo mencionado anteriormente puede dar la impresión de que la sociedad virreinal era estática y de grupos cerrados. Sin embargo, existía la posibilidad de ascender e incluso descender dentro de la pirámide social hacia uno y otro grupo. Pero, aunque la movilización social era posible, tampoco debe creerse que era muy fácil. La riqueza, las mercedes reales, los trabajos desempeñados y las familias con quienes las personas se relacionaban eran factores importantísimos para ubicarse dentro de la sociedad.

3. LA REPUBLICA DE ESPAÑOLES

A.   Los Chapetones o peninsulares
Los españoles conformaron desde el principio una minoría que, aunque fue creciendo, nunca llegó a compararse numéricamente a la mayoría indígena. Con la invasión, las autoridades indígenas fueron desplazadas y sustituidas por las españolas, que asumieron el dominio y control de la población.

Aunque estaban ubicados en el sector más alto de la pirámide social, no todos los españoles eran poderosos y ricos. Encomenderos, hacendados, comerciantes, mineros y burócratas fueron los más privilegiados. A ellos debe añadirse un grupo de nobles (condes, duques y marqueses) llegados a las Indias como parte del séquito de virreyes y demás autoridades importantes (altos funcionarios civiles y eclesiásticos). Conocidos bajo el nombre de paniaguados, los allegados a estas poderosas autoridades fueron los principales candidatos a recibir prebendas y trabajos dentro de la jerarquía estatal. Una vez en el Perú, muchos se relacionaron y casaron con mujeres americanas, estableciéndose en el Nuevo Mundo definitivamente.

La mayoría eran españoles llegaron de la península en busca de nuevas oportunidades, con las expectativas de conseguir una encomienda o descubrir nuevos y ricos territorios.  Ello nunca se hizo realidad. Sin embargo, gran parte de esta gente se fue acomodando en las diferentes actividades económicas.

La llegada de peninsulares hacia América fue asegurada por el Estado español, que hasta el siglo XVII fomentó el traslado de centenares de españoles y sus familias. Poco tiempo después de la conquista se procedió a diferenciar a aquellos españoles venidos desde Europa, llamados "peninsulares" o "chapetones", de aquellos nacidos en América, los "criollos". En una misma familia podía haber un hijo peninsular y un hijo criollo. Como verás más adelante, pronto surgió una fuerte rivalidad entre ambos sectores, que se manifestó en conflictos por el poder y el prestigio social.

B.   La legislación para migrar a Indias
Desde el principio la Corona estableció una política de migración y población. Aunque ésta no fue cumplida en su totalidad durante la Colonia, por lo menos quedaron sentadas ciertas bases desde el inicio: todos aquellos que deseaban viajar a América debían pedir la autorización de la Casa de Contratación de Sevilla. Para recibirla, cada individuo debía informar sobre sus orígenes, pues estaban prohibidos de migrar judíos, moros y/o conversos recientes, así como personas que hubieran sido juzgadas por la Inquisición.

Tampoco estaba permitido el afincamiento de extranjeros en el Nuevo Mundo, pues el rey temía que sus posesiones, tan lejos de la metrópoli, pudieran ser atacadas por alguna potencia enemiga. La ley no autorizó el destierro de criminales a los territorios de ultramar, por el contrario, promovió el asentamiento de colonos honrados y que tuvieran una profesión u oficio, por ejemplo los campesinos o artesanos.

Del mismo modo, la Corona promovió la migración de mujeres solteras para que pudieran casarse con los españoles que poblaban América, así como la reunión de aquellas familias que se hubiera separado por algún motivo. Incluso dio plazos para que los esposos fueran a recoger a sus mujeres e hijos a la metrópoli. Con estas leyes, se trataron de combatir las relaciones extramaritales y los matrimonios mixtos entre hispanos y nativos.

C.   Los criollos
Con este término se denominaba a los hijos de españoles nacidos en Indias y todos sus descendientes. Este sector tomó conciencia de su situación desventajosa, pues las funciones de gobierno dentro del virreinato eran encomendadas a los peninsulares que iban llegando. Aunque originalmente los criollos estuvieron considerados dentro del grupo de los españoles, pues la ley así lo establecía ("república de españoles"), poco a poco y muy sutilmente fueron quedando relegados.

Los conflictos entre criollos y peninsulares se hicieron presentes desde el siglo XVI: los primeros reclamaban participación como dirigentes, e incluso pretendían acaparar la mayor cantidad de puestos afirmando que ellos conocían mejor estas tierras y sus necesidades.
Uno de los más fuertes reclamos hechos por los criollos estuvo relacionado con las encomiendas. Durante muchos años, los descendientes de los conquistadores buscaron obtener la perpetuidad de las encomiendas para mantener su status social, pero ésta no les fue concedida pues el rey consideraba que podrían ser un peligro para su autoridad si adquirían poder.

Llegado el siglo XVII, la presión ejercida por los criollos creció enormemente. Con el tiempo, fueron ascendiendo dentro de la escala social y, en consecuencia, dentro de la jerarquía administrativa y de gobierno. Tanto es así que en el siglo XVIII llegaron casi a dominar La Real Audiencia de Lima, órgano poderosísimo de la política colonial.

Los criollos fueron encomenderos, hacendados y ganaderos, tuvieron obrajes y fincas urbanas. Su patrimonio fue transmitido de generación en generación gracias al mayorazgo, derecho concedido al primogénito que lo hacía heredero de todos los bienes de una familia. Así se mantenían unidas y consolidadas todas las posesiones. Recomendaciones de virreyes y otros funcionarios hicieron ver a la monarquía el amor de los criollos por la tierra en que habían nacido y la poca identificación con España.

ORGANIZACIÓN SOCIAL DEL VIRREINATO: LA REPUBLICA DE INDIOS, ESCLAVOS Y CASTAS

1.     LA REPUBLICA DE INDIOS 

A.    Características
La república de indios estaba conformada por dos grupos: los indios nobles y los indios del común
Fueron considerados vasallos del Rey de España, pero eran considerados legalmente menores de edad, ya que, estaban bajo la protección de la Corona española.

La población indígena fue durante muchos años mayoritaria, y sólo en el siglo XVIII empezó a perder terreno frente a los mestizos. En el siglo XVI, la población de indígenas sufrió un fuerte descenso demográfico que ocasionó el despoblamiento de ciertos lugares. Ya a mediados del XVII este proceso se detuvo e incluso se invirtió, aunque la población indígena nunca se recuperó totalmente.
Si bien las leyes garantizaban que la "república de indios" estuviera situada inmediatamente después de la «república de españoles» como vasallos y tributarios de la Corona española, en realidad los indígenas - con excepción de los indios nobles -, fueron colocados al final de la pirámide social, incluso debajo de las castas. Su estatus social fue el de grupo dominado.

B.    Los indios nobles
La república de indios se encontraba encabezada por los indígenas nobles, descendientes de los incas y los grandes señores de la época del Tahuantinsuyo, todos los cuales fueron distinguidos luego de la conquista en la búsqueda de la construcción de la nueva sociedad. Lamentablemente, las insurrecciones indígenas y la resistencia de Vilcabamba privaron a muchos del reconocimiento dispensado por la metrópoli, por lo que en el siglo XVII sólo los indígenas nobles que supieron agenciarse un cacicazgo pudieron conservar poder y prestigio. Durante el siglo XVIII, algunas familias de descendientes incaicos aprovecharon la reputación de sus ancestros para conseguir una posición prominente dentro del mundo colonial.

Los caciques estaban exentos de tributos, mitas y otras contribuciones y, en buena medida, funcionaban como nexos entre las poblaciones nativas y los funcionarios virreinales. Algunos de estos caciques supieron utilizar su prestigio étnico para enriquecerse de una manera muy occidental, apropiándose de las tierras comunales, alquilando la fuerza laboral del aillu, jugando con la conversión del tributo, vendiendo los turnos de la mita, etc.

Algunos curacas demostraron grandes dotes mercantiles y pronto fueron dueños de plantaciones, navíos, circuitos comerciales y grandes fortunas llegando a ser considerados como «exitosos peninsulares de piel india».

C.   Los indios del común
Sin embargo, otra fue la situación de los indígenas del común, quienes se vieron afectados por la dureza de la mita, el tributo y el reparto mercantil en las reducciones donde vivían. Uno de los momentos críticos en la vida de los indígenas del común sucedía al acercarse a los dieciocho años, pues a partir de ese instante se hallaban sujetos a todas esas obligaciones. Por esto, muchos preferían fugarse rumbo a otra comunidad, alguna hacienda o hacia alguna ciudad para evitar tal carga. Así, hubo lugares inhóspitos como Potosí cuya población estuvo compuesta por muchos indígenas fugados convertidos en yanaconas.

El sistema de mitas reservaba a los trabajadores para los mayores productores, por lo que una gran cantidad de hacendados, pequeños mineros y otros empresarios estaban dispuestos a acoger a los  indios forasteros para que trabajaran por un sueldo. La escasa y cara mano de obra hizo que los pequeños productores contrataran constantemente a estos indígenas.
 
2.        LOS NEGROS Y LA ESCLAVITUD
El tercer elemento étnico en incorporarse a la realidad colonial fueron los negros africanos. Si bien al principio constituyeron un grupo pequeño, éste empezó a crecer vertiginosamente. La importación de esclavos estuvo estrechamente relacionada con la caída demográfica de la población indígena y la política de la Corona de proteger a los naturales y acallar las protestas lideradas por Bartolomé de las Casas, al mismo tiempo que se proveía a los virreinatos de una mano de obra vigorosa para el trabajo de las minas y tierras. Los esclavos, llamados "piezas de ébano", se convirtieron en uno de los productos de comercialización más cotizados.

Según su estadio en América se realizó una diferenciación entre los esclavos: bozal, era el esclavo recién llegado de África; y,  ladino, el que tiene un tiempo en América, habla español y domina alguna actividad artesanal.

Secuestrados por los comerciantes portugueses, que eran los únicos con derechos sobre las costas africanas, llegaban a América tras largos días de viajes en sucias embarcaciones, hacinados, mal alimentados y carentes de higiene. Muchos morían en el camino, y sólo los más fuertes lograban sobrevivir. Después de comprados la mayoría fue concentrada en la Costa (especialmente Lima y Trujillo) y dedicada al trabajo en las haciendas o en las ciudades como servicio doméstico. Algunos también aprendieron habilidades artesanales, por lo que eran alquilados por sus amos, quienes preferían percibir una renta. Aunque se solía afirmar que los negros no se adaptaron a las alturas, hoy se sabe que esto no fue cierto: cientos de ellos vivieron en las zonas más altas de los Andes, como por ejemplo en Potosí.

Gran parte de este sector de la sociedad convivió estrechamente con los españoles, compartiendo en muchos casos el distanciamiento de los blancos respecto de los indígenas.

Existieron innumerables casos de esclavos y amos que desarrollaron vínculos de afecto y respeto, lo que se tradujo en un significativo número de manumisiones o esclavos libertos. Sin embargo, esta situación no fue una regla, también se han podido registrar rebeliones de esclavos o huidas individuales y masivas: el cimarronaje. Esta gente se reunió en pequeñas comunidades, conocidas como "palenques".

3.        LAS CASTAS

A.   LOS MESTIZOS
A inicios de la conquista, la desproporción entre hombres y mujeres de España fue muy marcada. Había una mujer por cada diez hombres. En parte ello explica el nacimiento de numerosos niños mestizos como producto de la unión entre varones hispanos y mujeres indígenas. Muchas de estas mujeres fueron mantenidas como "compañeras" por años, aunque pocas veces los españoles se casaron con ellas y, por lo general, fueron abandonadas a la llegada de blancas.

Los mestizos conformaron el grupo social más rápidamente aculturado, es decir, aquel que se asimiló a la cultura hispana con mayor velocidad. No obstante, como la mayoría de ellos eran ilegítimos fueron discriminados. Ello produjo el desarraigo de estas personas, que no siempre se identificaron con ninguno de los grupos de los que procedían. Para discriminarlos se adujeron motivos raciales -eran "hijos de indias"- además de razones políticas y de seguridad -tenían vínculos con los indígenas-.

Muchos de ellos lograron "españolizarse" -si el dinero y el color de la piel se lo permitían-, pero la mayoría fue rechazada y se dedicó al vagabundeo, por lo que tenía fama de ser gente de mal vivir.
 
B.    OTRAS CASTAS
Con el paso del tiempo y la mezcla de razas aparecieron nuevos términos para nombrar a los nuevos grupos raciales.

Además de mestizo, mulato y zambo, en el virreinato del Perú se usaron los siguientes términos: mulato -unión de español y negro-; zambo -unión de negro e indígena-; castizo -unión de español y mestizo (también se los llamó albinos o cuarterones, éstos eran como españoles)-; cholo -unión de mestizo e indígena-; chino -unión de mulato e indígena-; saltatrás -unión en que uno de los componentes tenía un abuelo o bisabuelo negro-. También fueron denominados cuarterones o quinterones aquellas personas que tenían una cuarta o quinta parte de su sangre india o negra, pero cuyo aspecto era bastante "blanco". Conocemos de la existencia de estas clasificaciones gracias a los censos de población de aquella época.

Hoy en día estos grupos, que se han mezclado aun más, conforman la mayoría de la población peruana.) Por eso decimos que la nuestra es una nación de mestizos o mezclados, en la que «el que no tiene de inga (inca o indígena), tiene de mandinga (negro)".

ORGANIZACIÓN ECONOMICA DEL VIRREINATO: MINERIA, AGRICULTURA, GANADERÍA Y OBRAJES

1.     LA MINERÍA

A.    LAS PRINCIPALES MINAS

a.     El Cerro Rico de Potosi
Las minas de plata de la Villa Imperial de Potosí se encontraban en el cerro que domina el paisaje de la ciudad. Actualmente se encuentra en el país de Bolivia. Las minas de este cerro eran de dos tipos: de tajo abierto y de socavón. Al primer tipo correspondían las cuatro vetas principales que corrían desde la punta del cerro hacia abajo. Las vetas se llamaban Mendieta, Centeno, Veta Rica y del Estaño. Las minas correspondientes al tipo socavón consistían en un hueco que se hacía en la ladera del monte como entrada hacia unas profundas galerías que se internaban en el cerro. Estos túneles eran extremadamente estrechos y de poca altura, y existían tantos que uno podía entrar por una mina y salir por otra.

b.    El metal líquido: las minas de azogue de Huancavelica
Desde 1558 se conocía la existencia de yacimientos de mercurio o azogue en el Perú, pero no fue sino hasta 1564 que se descubrió el gran yacimiento de Huancavelica. La producción de mercurio aumentó notablemente cuando, en 1571, Pedro Fernández de Velasco perfeccionó el método de la amalgama introducido al Perú por Enrique Garcés más de diez años atrás.

B.    LA PRODUCCIÓN DE PLATA

a.     Extracción de la plata
La plata se extraía del cerro de Potosí de una manera muy sencilla. Los minerales se sacaban de las paredes de las minas y se llevaban a un centro de acopio dentro de la misma galería. Allí, el mineral era partido en trozos para hacer más fácil su traslado hacia la entrada de la mina. En este lugar se descartaban los trozos de piedra que no parecían tener plata.

b.    Impuesto minero: quinto real
La actividad minera estaba gravada con un impuesto denominado el quinto real. Según el cual el veinte por ciento de la producción minera tenía que entregarse a la corona española. Este impuesto se constituyó en el principal ingreso de la corona española durante el virreinato peruano.

c.     Los ingenios: moliendo la plata
Los ingenios eran grandes molinos donde se trituraba el mineral hasta pulverizarlo, para luego purificarlo mediante la amalgama. Esta consistía en mezclar la plata molida con el azogue o mercurio para purificarla.
  
d.    Etapas en la producción de plata durante el virreinato
La extracción de plata de Potosí pasó por tres etapas:

•  La primera empezó con el descubrimiento de las minas y terminó con la introducción del método de la amalgamación. Se caracterizó por la explotación de las ricas vetas superficiales, la utilización de poca mano de obra y el método andino de las guayras para purificar el mineral.

•  La segunda se extendió a lo largo de los veinte años siguientes, cuando la producción creció rápidamente hasta su punto más elevado en torno a 1590. Ella debido a la introducción del método de la amalgama para la purificación de la plata. Esta etapa estuvo dominada por las reformas del virrey Toledo, que conocemos bastante bien.

•  La tercera abarcó los siguientes 140 años, y en ella la producción fue decayendo gradualmente, con breves períodos de recuperación, hasta alcanzar un nivel extremadamente bajo a principios del siglo XVIII.

2.     LA AGRICULTURA Y LA GANADERIA

A.    Nuevos cultivos y nuevos animales
Los españoles trajeron consigo una gran cantidad de plantas y animales hasta entonces desconocidos en América, como por ejemplo el trigo, la vid, el olivo, la caña de azúcar, las gallinas, los cerdos, las vacas, las ovejas, caballos, asnos. También un nuevo y útil animal de carga: la mula.

B.    Las haciendas
Las haciendas en el Perú tuvieron su origen en las mercedes reales y en la composición de tierras.

Las mercedes reales eran las antiguas tierras del sol o del Inca que su nuevo dueño, el rey de España, donaba a los ciudadanos más importantes. La producción de estas tierras estaba destinada a abastecer de alimento a las ciudades cercanas.

Las composiciones eran títulos de propiedad que españoles, mestizos e indígenas compraban a la Corona española para asegurar su posesión sobre la tierra. Las composiciones se otorgaron generalmente sobre las tierras vacantes, es decir, aquellas tierras de cultivo que por causa de las reducciones y la caída demográfica fueron abandonadas por la población nativa y luego subastadas por la Corona española.

Generalmente los trabajadores de las haciendas eran forzados a laborar en ellas, los indígenas lo hacían como mitayos o yanaconas. En la costa se utilizó, además de los indígenas, a trabajadores de origen africano que vinieron al Perú en condición de esclavos.

3. EL TRABAJO MANUAL: GREMIOS Y OBRAJES

A.    Los talleres urbanos: los gremios
Los gremios eran instituciones de origen medieval que agrupaban a todos los artesanos de una ciudad dedicados a un mismo oficio. Por ejemplo, en Lima existía el gremio de los sombrereros, herreros, espaderos, sederos, cajeros, plateros, zapateros, alfareros, etc.

Entre los tipos de trabajadores, los menos privilegiados eran los aprendices. Éstos eran niños o jóvenes que trabajaban de manera gratuita para el dueño del taller mientras aprendían el oficio. Obviamente, los propietarios del taller trataban de prolongar lo más posible este período de aprendizaje.

Además de los aprendices trabajaban en el taller los oficiales. Ellos trabajaban a cambio de un salario y, como sabían tanto del oficio como el dueño, aspiraban a tener su propio taller. Sobre los dos anteriores se encontraba el maestro, que era el propietario. Sólo él pertenecía de manera efectiva al gremio. El gremio era una asociación de dueños de talleres que se reunían para ponerse de acuerdo sobre la calidad, cantidad y precio de sus productos.

B.    Los obrajes
Los obrajes eran talleres textiles que se encontraban en las zonas rurales del virreinato peruano, en especial en la sierra. En los obrajes se producían telas de lana y algodón en cantidades tan importantes que satisfacían la demanda del virreinato. Para evitar que estos talleres rurales hicieran competencia a los textiles traídos de España, el monarca dio una serie de disposiciones que limitaban el crecimiento de los obrajes, pero la legislación no tuvo mayores efectos prácticos.

No había un patrón para el tamaño de los obrajes, los podíamos encontrar grandes o pequeños. Éstos últimos se conocían como chorrillos. Al igual que en las otras actividades económicas la mano de obra en los talleres rurales era forzada y provenía básicamente de la mita.

4.     LOS CORREGIDORES Y LA POBLACIÓN INDIGENA

Cuando la Corona creó el cargo de corregidor de indios (1565) tenía una doble intención: limitar el poder de los encomenderos y «corregir» los abusos de éstos contra la población nativa. Pero los resultados no fueron los esperados, pues los corregidores utilizaron para su provecho todo el poder que el Estado les había otorgado, sin importarles la suerte de los indígenas.

Estos funcionarios solían cometer una serie de abusos: cobraban más de lo debido y obligaban a los caciques a pagar los tributos de los indígenas que habían emigrado hacia otras regiones.

A pesar de todas las prohibiciones, los corregidores se dedicaron al comercio, utilizando como capital para esta actividad el tributo indígena que debían recaudar. Estos funcionarios solían revender los productos que los nativos entregaban como tributo, ganando así mucho dinero. Por eso, cuando la Corona decidió reemplazar el pago del tributo en productos por el pago en moneda, los corregidores prefirieron seguir cobrándolo en especies.

5.     LA FORMA DE  TRABAJO DE LOS INDÍGENAS

A.    La mita minera
Generalmente asociamos el concepto de mita al trabajo forzado en las minas, pero este sistema también se utilizó para la construcción de caminos y edificios públicos, servicios de correo, trabajos en haciendas, talleres textiles y cuidado de ganado. En suma, la mita fue la base de la economía estatal y privada.

Las mitas más famosas fueron las de Huancavelica y Potosí. Estas mitas fueron en parte responsables de la creación del gran circuito comercial alrededor de estos centros mineros. Recordemos que alrededor de 13500 tributarios trabajaban en Potosí. Esto quiere decir que por lo menos 27000 personas viajaban anualmente a estas minas, pues los mitayos viajaban acompañados de su familia. Además, llevaban consigo llamas, cestos de coca, tejidos, ají y otros productos para vender y poder mantenerse en esa ciudad.

Además de sus propios bienes, los mitayos también llevaban los productos que sus curacas les habían encargado vender. Estos negocios eran tan rentables que muchos curacas y algunos indígenas llegaron a tener tiendas y casas en Potosí. Como podemos apreciar, la mita no sólo fue importante como actividad minera, sino que también dio origen a una intensa actividad comercial.

B.   Los trabajadores libres
Durante la Colonia se llamó originarios a los indígenas que residían de manera permanente en el pueblo donde habían nacido. Estos originarios estaban obligados a tributar y a servir en la mita. En cambio, a los indígenas que vivían en las ciudades o fuera de sus pueblos se les llamó forasteros y no estaban obligados a tributar. Esto motivó que muchos indígenas huyeran de sus pueblos de origen, y que buena parte de la población andina prefiriese quedarse en la ciudad de Potosí después de haber terminado su turno como mitayos, empleándose en las minas como trabajadores libres. Estos trabajadores recibían un salario mucho mayor que el del mitayo, pues se ocupaban de tareas más especializadas. A este tipo de trabajo se le llamó minga y al trabajador se le conoció con el nombre de mingado.

Cuando un curaca no podía entregar para la mita la cantidad completa de tributarios solicitada, por encontrarse éstos enfermos o haber huido en el camino, debía pagar la cantidad de dinero necesaria para contratar a un mingado. A este pago se le llamó la mita de faltriquera.

C.    Los yanaconas
En tiempos de los incas, los yanaconas fueron personas que eran alejadas de su ayllu para prestar servicios al inca o a algún curaca. Al llegar los españoles a los Andes, se atribuyeron a los yanaconas para sí. Con el paso del tiempo, se llamó yanaconas al poblador andino que había huido de su pueblo para no pagar tributo ni hacer mita y se ponía al servicio de algún español que, a cambio, le brindaba una parcela de tierra para su mantención además de alimento y protección. Los yanaconas hacían diversos trabajos para sus "amos", tales como cultivar en las haciendas, cuidar el ganado, realizar el trabajo doméstico, etc.

ORGANIZACIÓN ECONÓMICA DEL VIRREINATO: EL MONOPOLIO COMERCIAL Y EL SISTEMA FINANCIERO

1.     EL MONOPOLIO COMERCIAL

De acuerdo con los principios mercantilistas europeos, la política española en las colonias americanas se orientaba a incrementar y hacer más eficiente la producción y transporte de metales preciosos de alto valor en el mercado europeo.

Así, España trató de establecer un monopolio comercial con sus colonias, es decir, éstas sólo podían intercambiar productos con la corona española. El Perú sólo podía comerciar con España y con ningún otro país europeo, ni con otra colonia española en América.

Sin embargo, no debemos pensar que el monopolio comercial era demasiado riguroso, pues desde muy pronto el contrabando, el comercio con otras colonias y las incursiones de los piratas se encargaron de debilitarlo.

A.    INSTITUCIONES MERCANTILES

a.     La Casa de Contratación de Sevilla
La Casa de Contratación de Sevilla fue creada para reglamentar el comercio entre España y sus colonias americanas. Era la encargada de organizar todo el monopolio comercial. Nada podía salir ni llegar sin el consentimiento de la Casa de Contratación, ya sea por cuenta de un comerciante particular o del mismo rey.

b.    El Tribunal del Consulado de Lima
El Tribunal del Consulado fue la organización que desde principios del siglo XVII representó a los grandes comerciantes peruanos, en especial limeños. Este organismo se encargaba de resolver todos los problemas legales originados a partir de las actividades mercantiles en el Perú.

Asimismo, se convirtió en el único distribuidor en América del Sur de las mercancías provenientes de España a través del los puertos de Portobelo y Panamá. Para proteger sus bienes de los ataques piratas, los miembros del Tribunal organizaron la Armada del Mar del Sur, compuesta por una escuadra de galeones y navíos mercantes. Esta flota, además, se encargaba de llevar a Panamá la plata para el rey proveniente de las minas de Potosí.

Además, debido a los grandes recursos que manejaban, los comerciantes peruanos se convirtieron en prestamistas de la Corona española, lo que acrecentó su poder económico y político.

B.    El sistema de flotas y galeones
Para evitar que los piratas y corsarios atacaran los barcos mercantes españoles que se iban o venían de América, la Corona decidió crear el sistema de flotas y galeones, sistema mediante el cual todos los navíos mercantes debían navegar en convoy bajo la protección de barcos de guerra. Fue a partir de 1564 que este sistema se organizó en dos grandes convoyes:

La flota: formada por varios barcos mercantes (provistos con algunos cañones) custodiados por dos galeones fuertemente armados. Estas naves salían una vez al año de Sevilla (entre abril y mayo) con destino al puerto de Veracruz, Nueva España (México).

Los galeones: compuestos por varios navíos mercantes y una armada de galeones. Una vez al año, entre julio y agosto, estas embarcaciones partían de Sevilla hacia Portobelo (haciendo escala en Cartagena de Indias, Colombia), donde se realizaba una importante feria a la cual acudían los comerciantes limeños para comprar los productos españoles (vinos, finos textiles, etc.). Luego, estos comerciantes trasladaban por tierra estos productos hasta Panamá, de donde los embarcaban al Callao utilizando la Armada del Mar del Sur, y de ahí los distribuían por todo el virreinato peruano.

El sistema de flotas y galeones era extremadamente lento y complicado.

Esta forma de comercialización favorecía notablemente a los mercaderes sevillanos, pues al controlar la cantidad y calidad de los productos podían fijar también los precios, que algunas veces eran de 300 a 400% mayores que en España.

Obviamente, esto era contrario a los intereses de los comerciantes de las colonias, porque además de los precios inflados debían pagar una serie de impuestos a la Corona por sus mercancías.

Por ello, los comerciantes limeños recurrieron al contrabando y la evasión de impuestos para mantener sus negocios.

 C.    Impuesto comerciales
Existían impuestos relacionados con el comercio que originaban importantes ingresos para la Corona:

·     La avería, impuesto que se cobraba al comercio marítimo, para mantener el sistema de flotas y galeones, fortalecer los puertos y conservar en óptimas condiciones el camino, de Portobelo a Panamá.

·     El almojarifazgo, impuesto de aproximadamente el 5% al valor de las mercancías importadas o exportadas.

·     La alcabala, impuesto que debía pagarse en toda venta y compra de productos o bienes. Generalmente esta contribución era cancelada por el vendedor.

D.    EL DESTINO DE LOS METALES PRECIOSOS

a.     El quinto real
Como sabemos, el papel fundamental del Perú colonial era abastecer a España de metales preciosos, como la plata. Por ello, una vez culminadas las guerras civiles; y, establecida la autoridad real en el virreinato, el principal interés de la Corona fue mejorar la producción de plata de las minas de Potosí.

Esto se logró mediante la instauración del régimen de la mita por el virrey Toledo, la introducción del método de la amalgama y el descubrimiento de las minas de mercurio en Huancavelica.

El Estado se beneficiaba con la plata de la minas de Potosí a través del cobro de impuestos. Toda la plata obtenida en los yacimientos americanos debía ser sellada en la Casa de la Moneda. El minero debía entregar al rey, como impuesto, la quinta parte de toda la plata sellada. A este impuesto se le llamó el quinto real. La plata correspondiente al quinto real era trasladada por tierra hasta Arica y de ahí embarcada al Callao y de este puerto a Panamá. Luego se llevaba una vez más por tierra hasta Portobelo y finalmente era embarcada con destino a Sevilla.

b.    El destino de la plata americana en Europa.
El imperio español era demasiado grande y sostenía un estado casi permanente de guerra con otros reinos europeos. El gasto necesario para mantener a la burocracia, ejército y flota era impresionante. Para ello, el monarca necesitaba constantemente grandes cantidades de oro y plata.

Las principales fuentes de ingresos de la Corona española provenían de los impuestos que se cobraba en Castilla y de la plata proveniente de América. Pero como la recaudación de ambos era muy lenta, el monarca se vio obligado a pedir prestado dinero a los banqueros -de preferencia extranjeros y sobre todo holandeses-, ofreciendo como garantía los ingresos derivados del pago de impuestos en Castilla y América. Así, en muchas ocasiones la plata procedente del Perú estaba hipotecada antes de ser embarcada para Sevilla.

Este fenómeno trajo dos consecuencias importantes: la primera, es que debido a la necesidad de capitales, la Corona española dependió económicamente de sus colonias; y, la segunda que España se convirtió, en la gran distribuidora de la plata americana al resto de Europa.
 
2.     EL SISTEMA FISCAL O TRIBUTARIO

Entre los principales impuestos que se establecieron durante la época virreinal tenemos:

tributo indígena
Lo pagaban los indígenas a partir de los 18 a los 50 años. Se daba alimentos o producción, o en todo caso monedas. En tiempos del virrey Toledo se registró 1 069 697 indios tributarios siendo el promedio de sus impuestos, la suma de 1 384 228 pesos anuales.

quinto Real
Consistía en pagar al rey, mediante las autoridades fiscales del virreinato, la quinta parte o 20% de lo extraído de las minas o tesoros encontrados. Esto era pagado por peninsulares o criollos, que eran propietarios de minas o que se dedicasen a minería.

Alcabala
Se introdujo en la última década del siglo XVI para costear los gastos derivados de la Armada del Mar del Sur; se le aplicaba a toda mercancía vendida (al 2 % de su valor la que salía del puerto y al 5 % a la que entraba), con excepción de la coca (de consumo indígena).

almojarifazgo
Vendría a ser un impuesto aduanero que representaba el 10 % del valor de las mercaderías que se importaban por los puertos americanos. También se aplicaba a la salida o exportación de productos.

avería
Se destinó a los gastos de defensa contra los piratas, y consistía en un medio por ciento del valor de las mercaderías transportadas por mar. Empezándose a cobrar a partir de las incursiones de Francis Drake, corsario del siglo XVI.

Diezmo
Fue un impuesto establecido a favor de la Iglesia, y comprendía el 10 % de todo lo producido en un ejercicio. Los diezmos eran distribuidos por el rey de la manera siguiente: 1/9 para el rey, 1/4 para el obispo, 1/4 para la catedral y lo demás para el resto del clero secular.

la media anata
Fue un impuesto de hasta 50% de los ingresos que afectaba a las personas que asumirían un cargo político-administrativo, pero antes de ejercerlo.

La composición        
Fue un ingreso extraordinario de la Corona, proveniente de la legalización de la propiedad sobre las tierras que habían sido materia de los repartos entre los españoles, al arrebatárselas a los ayllus o indígenas.

Impuesto el Cabezón
Era el impuesto que se pagaba por tener propiedades rurales o campestres y no darles uso o explotarlas.


Arbitrios coloniales
Al lado de estos impuestos existían también los arbitrios municipales, para subvenir los gastos de las ciudades y los poblados.

Entre estos arbitrios, los más importantes eran el de Sisa, que lo pagaban los negociantes en carne, a razón de 2 pesos por cada cabrío, ovino o porcino y un real por cada arroba de carne de vacuno.

El mojonazgo, que lo pagaban los comerciantes que introducían algunos productos a la ciudad, (en Lima se cobraban 4 pesos por cada botija de aguardiente; en Arequipa se pagaba por el guiñapo para la chicha, etc.).

El boquerón, que se aplicaba al valor de las mercaderías, en un 7%.

Había otros arbitrios menores como el de las Lanzas (derechos aplicados a los poseedores de Títulos de Castilla); multas; de Expolios, (haberes de los obispados vacantes), etc.


ORGANIZACIÓN CULTURAL DE LA COLONIA
1.     EDUCACIÓN COLONIAL

A.    La estructura de los estudios
Durante los primeros siglos de la época virreinal, los estudios se dividieron en Primeras Letras, Estudios Menores y Estudios Mayores.

a.     Las primeras letras. Consistían en ejercicios de lectura y escritura en castellano. Este aprendizaje podía realizarse bajo la supervisión de un tutor particular o en alguna escuela municipal o conventual.

b.    Los Estudios Menores. Consistían en el aprendizaje del latín. Este adiestramiento era fundamental, pues a través de aquella lengua se transmitían los conocimientos académicos en el período colonial.


c.     Estudios Mayores. Concluidos sus estudios de latín, los estudiantes pasaban a los Estudios Mayores, que se iniciaban con los estudios de artes o filosofía aristotélica. El promedio de duración de estos cursos era de tres años..

B.    Los colegios mayores y la Universidad de San Marcos
La relación entre la Universidad de San Marcos y los colegios coloniales es, tal vez, uno de los puntos más difíciles de entender del sistema educativo colonial. En primer lugar, debemos señalar que los colegios coloniales funcionaban de manera paralela a San Marcos y en ellos se dictaban los mismos cursos que en la universidad. En segundo lugar, es importante señalar que existían dos tipos de colegios: los colegios de las órdenes religiosas y los colegios mayores.

Los colegios de las órdenes religiosas eran lugares donde los jesuitas, dominicos, agustinos, franciscanos, etc. educaban a sus sacerdotes. En estos colegios se enseñaba latín, artes y teología. Los estudiantes de estos colegios debían dar sus exámenes en San Marcos si deseaban obtener el grado de bachiller o doctor en teología, pero no estaban obligados a escuchar clases en esta universidad. El más famoso de estos colegios fue el Colegio de San Pablo, dirigido por los padres de la Compañía de Jesús.

Los colegios mayores eran internados donde vivían los estudiantes de San Marcos. En estos centros los alumnos repasaban las lecciones aprendidas en la universidad bajo la supervisión de un tutor. A este tipo de colegios pertenecían el Colegio Real de San Felipe y San Marcos -ligado a la Universidad de San Marcos- y el Colegio de San Martín -bajo la responsabilidad de los jesuitas-. A estos dos colegios podemos añadir el Seminario de Santo Toribio.

C.    Los Colegios de Curacas o Príncipes
Hubo dos colegios para caciques: el del Cercado o Colegio de Príncipes, en Lima, y el de San Francisco de Borja, en el Cuzco. Estos colegios fueron administrados por los miembros de la orden jesuita.

D.    UNIVERSIDADES
Las universidades que funcionaron durante el virreinato fueron las siguientes:

·         Lima: San Marcos, la misma que se fundó a iniciativa de Fray Tomás de San Martin (miembro de la orden dominica) conjuntamente los miembros del cabildo de Lima. La fue realizada mediante Real Cédula firmada por el rey Carlos V en la ciudad de Valladolid, el 12 de mayo de 1551.
·         Huamanga: San Cristóbal
·         Cusco: San Antonio de Abab

2.     LA LITERATURA EN EL VIRREINATO

A.   En el siglo XVI
·        El primer libro publicado en la ciudad de Lima es la Doctrina Critiana y Cathecismo para la instrucción de los indios (1584) de Antonio Ricardo. Este primer catecismo es publicado en castellano, quechua y aimará.
·        De la iglesia es precisamente el padre José de Acosta, quién  en 1586 publica Peregrinación de Bartolomé Lorenzo, en 1588 De Natura Novi Orbis, et De Promulgation Evangelii apud barbaros, sive de Procuranda Indorum Salute (De la naturaleza del nuevo mundo), y en 1590 su obra más conocida: Historia natural y moral de las Indias.
·        Diego de Hojeda, autor de La Cristiada (1611), (primer poema épico – místico escrito en América, en octavas), poeta sevillano, ordenado sacerdote en el Perú, en 1591.

B.   En el siglo XVII
·        Amaralis, poetisa anónima peruana, se cree que nació en Huánuco no se sabe si fue hombre o mujer, aunque se cree que haya sido hombre de finales del siglo XVI. Admiraba la obra Lope de Vega. Su poema «Epístola a Belardo», fue publicado en 1621 en La Filomena de Félix Lope de Vega.
·        Juan del Valle y Caviedes (Jaén) 1645-Lima, 1697, conocido como el Poeta de la Rivera, fue un poeta y dramaturgo nacido en España, que vivió casi toda su vida en el Perú, autor de la Diente del parnaso (1689), poesía satírica y costumbrista).
·        Juan de Espinoza Medrano llamado el Lunarejo, estudioso y dramaturgo, (hacia 1629-1688), autor de piezas dramáticas religiosas, sermones y del apologético a favor de D. Luís de Góngora, príncipe de los poetas líricos de España –1662– y la Novena maravilla.

C.   En el siglo XVIII
·        En el siglo XVIII está el humanista Pedro de Peralta y Barnuevo (1664-1743), con una obra que abarcó diversos campos del saber, siendo autor de tragedias y sainetes que pueden considerarse precursores del costumbrismo, entre ellos destacan Lima fundada (1732), Lima triunfante (1728) y  El cielo en el Parnaso.
·        Alonso Carrió de la Vandera (1714 o 1716-1783), que bajo el seudónimo de Concolorcorvo, escribió el Lazarillo de ciegos caminantes, libro que durante bastante tiempo fue erróneamente atribuido a Calixto Bustamante Carlos Inca y que trata de un viaje realizado entre Lima y Buenos Aires.

3.     LA ARQUITECTURA COLONIAL

Entre los principales estilos arquitectónicos tenemos:
3. LA PINTURA COLONIAL

A.    El Renacimiento Italiano en el Perú (Escuela italiana o limeña)
La pintura peruana fue iniciada por influencia del Renacimiento romano. El primero en llegar fue el hermano jesuita Bernardo Bitti (1547-1610). Su arte elegante con su candor marcó para siempre la sensibilidad de sus colegas americanos. Por la influencia que él ejerció, particularmente en la sierra sur, es considerado iniciador de la pintura peruana.

Le siguió Mateo Pérez de Alesio (1547-1607), un artista italiano de padre español. Se hizo célebre por haber restaurado un mural en la Capilla Sixtina. Pero, por ciertas desavenencias, viajó a Sevilla y, entre 1588 y 1590, llegó a Lima. Se obra más célebre es Virgen de la leche, una obra firmada y muy imitada muchas veces durante la colonia.

El tercer italiano fue Angelino Medoro (ca.1567-1633), quien llegó en 1599 y trabajó para franciscanos y recoletos. Dos obras le dieron fama: el retrato póstumo de Santa Rosa y una Inmaculada que fue difundida en el Cuzco por su discípulo Luis Riaño.


B.    La escuela cusqueña
Los más importantes representantes fueron Basilio de Santa Cruz Pomacallao, cuya riqueza cromática y dinamismo se inspiraron en la obra del pintor Rubens. Frente a él, trabajó un artista más identificado con los estratos nativos como Diego Quispe Tito, quien inició la creación de un género paisajístico que tuvo gran repercusión en los pintores anónimos del siglo XVIII. Debe recordarse que los artistas anónimos fueron mayoritariamente los grandes creadores cuzqueños más que los maestros de talleres de prósperas empresas de producción pictórica, cuyas firmas aparecen con tanta frecuencia.

Ya en el siglo XVIII los talleres pictóricos cuzqueños tuvieron una producción casi en serie. Sólo los maestros firmaban el lienzo pues tenían a una serie de artistas especializados dedicados a la pintura de un sector del cuadro (manos, rostros, cuerpo, fondo, etc). Es por ello que los artistas anónimos fueron los verdaderos impulsores de la corriente cuzqueña pues a su trabajo le añadieron los elementos propios de la cultura local. En este punto es importante agregar la trascendencia que tuvo la afirmación de los señores étnicos y la nobleza andina, que para mediados del siglo XVIII tuvieron una fuerte posición económica y social. En su reafirmación andina encargaron cuadros de incas y retratos en los que dejaban muy en claro el orgullo por su pasado. El "renacimiento inca" se expresó en símbolos visuales, más que en textos. Vestimentas lujosas, secuencia de Incas, keros, retratos, cantos y danzas.

4.         ESCULTURA
Cumplió en América una función evangelizadora, catequizadora. Se difundieron imágenes de la pasión Cristo y de la Virgen María. Las imágenes de difusión fueron expresiones de dolor y de ternura Las imágenes fueron  expuestas y conservadas en los templos.

A.    La escultura del siglo XVI: La Virgen de la asunción, nombrada por el papa Juan Pablo II Virgen de la Evangelización (1985), titular de la catedral de Lima, obra encargada en 1551 por doña Francisca, hija de Pizarro, al escultor flamenco Roque de Balduque para el retablo mayor de la catedral de Lima.

De la mano del mismo autor es la Virgen del rosario del templo de Santo Domingo de Lima, Virgen patrona de la orden dominica, tallada por Balduque en 1558, por encargo del obispo fray Domingo de Santo Tomás.

B.    La escultura del siglo XVII: Martín de Oviedo, autor del retablo de la Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad (1601); y, Martín Alonso de Mesa y Villavicencio, quien participó en la ejecución de varios retablos, así como de la sillería del coro de la catedral de Lima, en 1624-26 (obra que inaugura al barroco colonial), el retablo mayor de San Agustín (en la que participó el pintor Bejarano, discípulo de Mateo Pérez de Alesio).

C.    La escultura del siglo XVIII: Baltazar Gavilán, autor de la Alegoría de la muerte que se conserva en el museo de los agustinos. Es una talla envuelta en leyendas -recogidas por Ricardo Palma - hecha para un "paso" de la semana santa con las características propias del barroco.

LA RELIGIOSIDAD DURANTE EL VIRREINATO PERUANO

1.     GENERALIDADES
Desde el principio, la invasión de América estuvo estrechamente relacionada con un proyecto religioso: la expansión del cristianismo. El Papa encargó esta misión a los Reyes Católicos, quienes a su vez la transfirieron a sus descendientes. Sin embargo, la evangelización de los indígenas no siempre se llevó a cabo de la mejor manera debido a las enormes diferencias culturales que había entre los colonizadores y los indígenas.

2. IGLESIA Y ESTADO

A.   El derecho de Regio Patronato
Fernando el Católico solicitó el derecho de presentar al Sumo Pontífice candidatos para asumir la dirección de la Iglesia en las Indias, desde el puesto más alto del escalafón eclesiástico hasta el más bajo.

Sólo en 1508 el Papa Julio II accedió a este requerimiento y la Corona española obtuvo el derecho de Regio Patronato, también llamado Patronazgo Universal Regio. Pocos años después, a éste se añadió la facultad de fijar y modificar los límites de las diócesis americanas.

De esta manera, poco a poco, los reyes hispanos fueron interviniendo cada vez más en asuntos eclesiásticos hasta lograr que la Iglesia dependiera de ellos. Así, se estableció el pase regio, disposición por la cual ningún documento pontificio podía ser promulgado en América sin el examen y el consentimiento del Consejo de Indias.
B.   Justificación de la autoridad real
Juristas y teólogos formularon la teoría del vicariato real, según la cual el propio Papa Alejandro VI había encomendado a los Reyes Católicos que, en su nombre, se encargasen de la evangelización, la fundación de iglesias y, en general, de velar por el bienestar espiritual de los pobladores de las tierras descubiertas. De esta manera al rey de España se le denominó también "Vicario de Cristo".

Los ingresos de la Iglesia
La Iglesia contó para su manutención y actividades con ingresos de distinto tipo. Los más importantes fueron las donaciones de sus feligreses, que conformaron un monto importante a la muerte de los encomenderos-conquistadores. También debemos contar con el patrimonio personal que cada religioso y religiosa llevaba consigo al ordenarse y legaba al morir. Así se obtuvieron tierras y propiedades que fueron explotadas o arrendadas. Los ingresos obtenidos se empleaban en la evangelización y en obras sociales como el mantenimiento de hospitales, asilos y ayuda a los más pobres.

También, la iglesia católica tenía el derecho de cobrar el diezmo, por cual el diez por ciento de la producción agrícola tenía que ser entregada a la misma; existió otro impuesto denominado la primicia, por el cual, la primera cría del ganado o la primera cosecha de los campos de cultivo, tenían que entregados a la Iglesia Católica.

3. LA ORGANIZACIÓN DE LA IGLESIA

El territorio
Igual que en Europa, los territorios que se incorporaban a la Corona española eran organizados en dos tipos de circunscripciones menores o básicas: las parroquias, situadas al interior de las ciudades donde vivían los españoles, y las doctrinas, ubicadas en las reducciones de indígenas formadas durante y después del régimen toledano. Tanto en las parroquias como en las doctrinas, los sacerdotes encargados llevaban registro de los bautizos, matrimonios y defunciones, celebraban la misa y administraban los sacramentos. Los curas doctrineros tenían, además, la obligación de catequizar a los indígenas en su lengua materna, de ahí que fuera un requisito que dominaran las lenguas nativas. A las jurisdicciones de la iglesia en sitios alejados como la selva se les llamó misiones.

Por encima de estas circunscripciones, se encontraban los obispados y arzobispados, que eran las instancias máximas dentro de la institución. El primer obispo del virreinato peruano fue Hernando de Luque, quien nunca llegó al Perú. Poco después, fray Vicente de Valverde, el religioso que estuvo presente en la captura de Atahualpa, fue nombrado obispo del Cusco. Sólo en 1541, Lima se convirtió en sede de otro obispado cuando llegó su primera autoridad, el dominico fray Jerónimo de Loayza. En 1547, el rey dispuso su elevación a arzobispado y subordinó a él a los obispados de Nicaragua, Panamá, Popayán, Quito y Cusco. Poco después, se establecieron obispados en Trujillo, Santiago de Chile, Concepción, Charcas o La Plata, Asunción, y Tucumán en el siglo XVI, así como Huamanga, Arequipa, La Paz, Santa Cruz de la Sierra y Buenos Aires en el XVII.

Al frente de cada diócesis episcopal se hallaban los obispos. Ellos eran elegidos por el rey, a quien el Consejo de Indias presentaba una terna. El elegido inmediatamente era notificado y enviado a su nueva sede. Mientras tanto, su nombre era enviado al Papado para su confirmación, que era un hecho.

Los sacerdotes encargados de parroquias y doctrinas eran elegidos por el virrey de turno, quien era vicepatrono de la Iglesia en representación del rey.
 
4. CLERO REGULAR Y CLERO SECULAR
A.    Las órdenes religiosas: el clero regular
Al virreinato del Perú llegaron primero los dominicos (1532), quienes fundaron varios conventos y casas cerca del Cusco, al sur de Lima y en Arequipa. Poco después, arribaron los franciscanos (1533), que levantaron conventos en Quito y Lima y organizaron una misión en Tarma, cerca de la Selva. Los mercedarios (1533), que recibieron encomiendas de Francisco Pizarro, crecieron rápidamente y participaron en la conquista de Chile. En cuarto lugar, se establecieron los agustinos (1551), que fundaron conventos en la costa y sierra del norte y del centro. Los últimos en ser aceptados por el rey fueron los jesuitas (1568), que destacaron por su sistema especial de reducciones y la labor desempeñada en el ámbito de la educación, ya que sus colegios fueron los mejores de la época colonial; gracias, a sus misiones de la selva norte se fundó la ciudad de Iquitos.

B.    El clero secular o diocesano
Si bien al principio los religiosos ocuparon las más altas dignidades eclesiásticas, pronto fueron enviados desde la metrópoli los primeros clérigos seculares, cuyo número fue creciendo bajo la mirada de los obispos. Aunque en un primer momento su participación dentro de las doctrinas para indígenas fue pequeña, pues se concentraron en parroquias, durante el siglo XVII fueron ganando terreno en ese ámbito.

5. LA EVANGELIZACIÓN Y SUS MÉTODOS

A.    LA EXTIRPACIÓN DE IDOLATRÍAS
Parte del proceso de evangelización fue la destrucción de cualquier objeto o construcción relacionados con el culto andino. Tenidas por idólatras y engañadas por el demonio, todas aquellas personas que persistían en adorar los antiguos dioses o huacas fueron perseguidas y castigadas.

Esta preocupación por la eliminación de toda manifestación de religiosidad andina se maximizó cuando, después de más de medio siglo de supuesta evangelización, se descubrió que los indígenas continuaban con sus prácticas idolátricas de manera oculta. A principio del siglo XVII se desató así una exhaustiva campaña de extirpación de idolatrías en los alrededores de Lima, especialmente en sus serranías.

Para ello se envió a las doctrinas, visitadores eclesiásticos que interrogaron a la población indígena, conminándola a delatar a aquellos que continuaran adorando dioses andinos, dándoles ofrendas, etc. Luego, aquellos que se autoacusaban eran perdonados y recibían una penitencia. Más aquellos que fueron acusados por terceros, eran obligados a salir en una especie de procesión de castigo montados en una llama y con el cabello rapado. Las huacas y ofrendas eran destruidas o quemadas.

B.   TRIBUNAL DEL SANTO OFICIO DE LA INQUISICIÓN Y LA PUREZA DE LA FE

a.        Características generales
El gobierno español no sólo se preocupó por la salvación de las almas de los pueblos conquistados sino que también procuró cuidar la pureza de la fe y las buenas costumbres de los cristianos que se trasladaron al Nuevo Mundo. Para ello instituyó el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, cuya principal misión era controlar a aquellos que se apartaran de las interpretaciones de la doctrina católica establecida por la Iglesia.

Los Reyes Católicos tenían un proyecto unificador para sus reinos que no sólo implicaba unidad política sino también unidad religiosa. Fue por ello que las minorías -judíos y moros- fueron obligadas a abandonar el reino o convertirse. Muchos judíos optaron por lo segundo, se bautizaron y se convirtieron en "cristianos nuevos", para luego volver a sus prácticas religiosas en secreto. Estos hombres fueron conocidos con "judaizantes" y fueron el principal grupo perseguido por la Inquisición por renegar de su nueva fe. A pesar de la legislación que prohibía que migraran a Indias, muchos de ellos lo hicieron y aquí fueron juzgados.

También estuvieron en la mira de este tribunal los herejes. Después de los movimientos reformistas, los reyes españoles combatieron duramente todas las fracciones protestantes (luteranos, calvinistas, etc.). Para los reyes, éstos eran posibles contaminadores de la naciente fe de los indígenas, que no podían ser procesados por la Inquisición.

Finalmente, fueron perseguidos quienes se dedicaban a la magia o la hechicería, la adivinación y predicción del futuro, así como los "pecadores públicos": sodomitas, incestuosos, bígamas, blasfemos, etc. También podían ser juzgadas las personas que poseían o leían libros prohibidos por la Iglesia y que estaban incluidos en una lista especial, el Index.

El Tribunal del Santo Oficio fue, pues, un tribunal eclesiástico estrechamente vinculado con el Estado, que procedió de acuerdo a los intereses de la Corona española, persiguiendo a sus enemigos. Fue, además, el organismo encargado de instituir la intolerancia como una característica de la sociedad de la época. La labor del Santo Oficio se basó siempre en la colaboración del pueblo, y su participación fue la base fundamental de todos los procesos.

b.    Procesos y autos de fe
Un proceso inquisitorial comenzaba cuando se producía una delación o acusación. El sospechoso era conducido al tribunal, donde le preguntaban qué faltas había cometido. Si éste se negaba a «confesar» era llevado a tortura. Encontrado culpable, se le confiscaban sus bienes (que pasaban a propiedad del tribunal inquisitorial) y se le aplicaba un castigo dependiendo de su falta: los más leves consistían en asistencia a misa, rezo del rosario y guía espiritual estrecha; mientras que la pena máxima era morir quemado en la hoguera. Generalmente ésta se aplicaba a los no arrepentidos o a aquellos que reincidían en una falta grave.

Finalmente, los inquisidores señalaban una fecha cuando tenían varios reos y organizaban un auto de fe, que era una ceremonia pública de castigo en la que desfilaban los acusados vestidos con trajes especiales, llamados "sambenitos", hasta llegar a la plaza donde se había levantado un tabladillo especial. Allí, reconocían sus faltas delante de todo el pueblo y autoridades de la ciudad y recibían su pena. Varios fueron quemados delante de adultos y niños.
LAS REFORMAS BORBONICAS

1.     LAS REFORMAS BORBÓNICAS

Características. Los Borbones deseaban introducir reformas que permitieran acrecentar el poder del Estado español, aminorar el poder político de la aristocracia criolla, resucitar el poderío bélico español dentro de Europa y recuperar a sus colonias americanas. Para ello, era indispensable aumentar los recursos.

Fue así que los reyes borbones, desde Felipe V en adelante, implantaron una serie de medidas destinadas a fortalecer y centralizar el gobierno monárquico, y que alcanzarían su fase más radical durante el gobierno de Carlos III (1759-1788), el exponente del despotismo ilustrado en España. Las medidas implicaron tanto una reforma interna de España, como la reformulación de las relaciones con las colonias americanas. En este proceso, España logró aumentar sensiblemente sus ingresos, pero perdió un imperio.

El despotismo Ilustrado
El régimen político más extendido en el siglo xviii, recibió el nombre de despotismo ilustrado, que se puede definir como «la utilización de la ideología ilustrada por parte de los reyes para mantener su absolutismo».

La ilustración se caracterizó por tener un pensamiento crítico y reformista. Los reyes del despotismo ilustrado, del siglo xviii (los llamados déspotas Ilustrados), tomaron de la ilustración lo que les convino y, apoyándose en ella, introdujeron en sus Estados una serie de reformas y mejoras importantes: suprimieron los restos que aún quedaban del feudalismo (es el caso de Federico II de Prusia y María Teresa de Austria); protegieron la agricultura con la construcción de canales y pantanos y con la introducción de nuevos cultivos, urbanizaron y modernizan las ciudades (Carlos III de España fue quien convirtió a Madrid en ciudad moderna, abriendo grandes avenidas, construyendo monumentos y dotándola de alumbrado público).

Sin embargo, estas reformas se llevaron a cabo sin contar con el conocimiento previo del pueblo, El lema del despotismo ilustrado fue «todo para el pueblo pero sin el pueblo». Además, rechazaron lo que es más importante de la Ilustración: la libertad política. Por eso, la burguesía ilustrada, que al principio apoyó las reformas de los reyes, cuando vio que estos no concedían lo más importante, la libertad, se volvieron contra el absolutismo y se produjeron revoluciones.

La visita general de Areche al virreinato peruano
El encargado de diseñar las reformas en América fue don José Gálvez, ministro de Indias de Carlos III. Antes de efectuar las reformas que pretendía llevar a cabo, se dispuso la realización de una visita general en el Perú.

La visita general era una institución que evaluaba y corregía, a través de la presencia de un visitador, el funcionamiento de varios aspectos y específicos del virreinato. Lo que debía ser visitado y corregido, sea cambiando normas, procedimientos o personas, se indicaba expresamente en unos documentos denominados las instrucciones.

Para llevar a cabo la visita en el Perú, Gálvez eligió a don José de Areche. Gálvez realizó una rigurosa y exitosa visita a México y en el curso de ella tuvo ocasión de trabajar con Areche.

Las instrucciones de Areche. Así, Areche, que se desempeñaba como fiscal de la audiencia en México, fue nombrado visitador el 11 de marzo de 1776. Entre mayo y junio de ese mismo año se le hacen llegar las instrucciones. De acuerdo con ellas, debía cumplir variados encargos, el primero de ellos, la inspección de la administración de justicia.

La mayor parte de su labor debía estar dedicada a asuntos de la hacienda pública. Debía corregir la racionalización de los impuestos, que eran muy variados. Igualmente, todas las rentas producidas por los impuestos y los monopolios reales debían incrementarse.

El visitador debía fomentar la minería, establecer un tribunal de minería, propiciar reformas en el trabajo minero, bajar el precio del azogue.

Areche debía averiguar si los indios estarían dispuestos a pagar un tributo más alto con el cual se podría abonar sueldos mayores a los corregidores, a cambio de la supresión del reparto de mercaderías. En suma, Areche debía básicamente buscar dinero e inspirarse en el modelo mexicano.

La visita. Un año después de su nombramiento, en marzo de 1777, Areche parte de Acapulco rumbo a Paita. Con él vienen ocho funcionarios de confianza.

Inició su actuación visitando la audiencia de Lima. Constató que, de siete miembros, cinco eran del país y todos poseían propiedades -haciendas, chacras, estancias- dentro de los términos de la audiencia. La mayoría de ellos estaban casados con damas del país, lo cual sólo se permitía con una autorización. Estudió procesos en curso y pudo comprobar que estaban plagados de nulidades.

La reforma fiscal. Areche trajo una orden que igualaba la alcabala al 6%, tanto para los productos importados como para los nacionales. Antes los importados pagaban 12% y los del país 4%. Guirior dio publicidad a la norma que rebajaba el impuesto a las importaciones, lo que fue recibido con agrado por el Tribunal del Consulado, y dejó para Areche el aumento de la alcabala a los productos del país, lo que generó resistencias suscitadas

Las aduanas interiores. Pronto las medidas de Areche para lograr elevar la recaudación fiscal provocaron revueltas y conspiraciones. Con el fin de controlar de cerca la cobranza de la alcabala a los productos del país, incluidos productos alimenticios que eran trasladados al mercado, Areche propuso como alternativa la creación de aduanas interiores.

Triunfo y caída de Areche. En julio de 1780, el virrey Guirior fue reemplazado por el virrey Jáuregui. Fue el momento en que Areche alcanzó mayor poder y figuración. Posteriormente todo fue cuesta abajo. En noviembre, estalló la rebelión de José Gabriel Túpac Amaru, en cuyo combate Areche se comprometió totalmente dejando todas las demás tareas que le habían sido encomendadas y actuando como juez con rigor y crueldad innecesarios.

Sus relaciones con Jáuregui -el nuevo virrey- pronto se agriaron y empezó a importunar a la corte con sus quejas sobre él.

Al cabo de cuatro años de visita, Areche seguía presentando sombríos cuadros de la situación y pocos logros. Si bien las rentas aumentaron, también lo hicieron los gastos y el resultado era peor que la situación antes existente.

En enero de 1782, Jorge Escobedo es nombrado visitador en sustitución de Areche, él era un excelente administrador, concluyó la visita (1782-1788).

2.   Las reformas territoriales

La creación del virreinato de Nueva Granada. La presencia de barcos de Inglaterra, Francia y Holanda y el establecimiento de sus bases estratégicas en el Caribe, el desorden interno de la región de la Nueva Granada, así como el sistemático avance de los portugueses por la Amazonía, decidieron muy pronto la escisión del virreinato peruano en 1717, para formar uno nuevo con sede en Santa Fe de Bogotá. Éste abarcaría Panamá, la Nueva Granada (hoy Colombia), la audiencia de Quito (incluyendo Guayaquil) y los territorios amazónicos (Mainas) hasta la desembocadura del Amazonas.

Posteriormente, la Real cédula de 1802 creó el obispado de Mainas, cuyas misiones volvían a depender del Perú, provenientes de los franciscanos de Santa Rosa de Ocopa. Así mismo, se reintegró Mainas al Perú. Asimismo, la Real cédula de 1803 dispuso la reintegración de Guayaquil al Perú.

La creación del virreinato del Río de la Plata. Al sur del virreinato del Perú, Buenos Aires había ido cobrando importancia en el siglo XVIII con el cambio de ruta de los barcos del comercio español y la navegación de barcos extranjeros ilegales. Estimulada por el aumento del comercio ilegal, la región fue poblada y se produjo un aumento de la producción de alimentos, carne salada, sebos y cueros, vitales para abastecer las largas travesías marítimas. Así, el siglo XVIII trajo la bonanza económica a una región hasta entonces postergada por los centros políticos del Imperio Español.

La creación del virreinato de Río de la Plata, o del Río de la Plata, obedeció también, como en el caso de la Nueva Granada, a la necesidad de defensa, protección y control, esta vez de las costas del Atlántico Sur y el paso hacia el Pacífico.

A fin de darle recursos para su establecimiento y supervivencia, la corona dispuso que el Alto Perú -y la mina de Potosí con él- se integraran al nuevo virreinato, al igual que las provincias de Puno, Lampa, Carabaya y Azángaro.

Nuevamente se levantaron las voces de los virreyes del Perú y otros funcionarios y autoridades contra esta disposición. La intensa relación geográfica y poblacional del sur del Perú (Bajo Perú), desde tiempos prehispánicos, con el Alto Perú (hoy Bolivia) significaba un constante tráfico de gente y de mercaderías a lo largo de una antigua ruta que llegaba hasta Tucumán.

La gran rebelión de Túpac Amaru II, en 1780, mostró claramente lo irreal de esta separación. Desde el Cuzco el levantamiento corrió rápidamente al Sur y al Alto Perú y su represión no pudo venir de Buenos Aires, sino de Lima, desde donde el virrey supo ver el peligro y enviar tropas. En 1796 las provincias de Puno fueron reintegradas al Perú.

3.     LAS REFORMAS ADMINISTRATIVAS

Las intendencias. Dentro de la política de ordenamiento de los Borbones, la variedad de divisiones internas, diferentes en nombres, funciones y extensión, surgidas de circunstancias históricas coyunturales y privilegios, se contraponía al modelo francés vigente desde hacía varios años, el de las intendencias.

El intendente era un funcionario nombrado y con sueldo, y cuyas funciones y obligaciones duraban por un tiempo limitado. Asimismo, tenía responsabilidades y atribuciones claramente definidas que facilitaban más estrictamente su control. La primera intendencia en América se fundó en Cuba, tan vulnerable a los ataques de piratas y corsarios y necesitada de una defensa efectiva. Luego pasaron a México y al resto de América. En Buenos Aires se les dio "Reglamento" en 1782 y éste fue aplicado al Perú, donde se establecieron en 1784, cuando cumplía sus funciones el visitador Jorge Escobedo.

Para entonces la urgencia de cambiar el sistema de corregimientos existente se agravaba con la experiencia de la rebelión de Túpac Amaru, cuyo aplastamiento había dejado temor, pero también el recuerdo del reclamo indígena por los abusos de los corregidores. El virreinato se dividió entonces en siete intendencias: Trujillo, Lima, Arequipa, Cajamarca, Tarma, Huancavelica y Cuzco. A ellas se agregaría más tarde Puno, al ser devueltas sus provincias al Perú en 1796.

Las intendencias se dividían en subdelegaciones que sustituían a los antiguos y odiados corregidores de indios, aquellos que habían generado tantos abusos con su mal gobierno y la explotación de su reparto de mercaderías. El hecho de que los nuevos subdelegados también tuvieran mayor control mejoró un tanto la situación, pero no solucionó todos los problemas de los indígenas.

Los intendentes generaron resistencias pues su implantación no sólo era un cambio de nombre: detrás estaban las bases de una política nueva de centralismo y absolutismo. Eran españoles enviados "para poner orden", corregir defectos antiguos, cambiar usos y abusos de personas e instituciones locales, de modo que su actuación afectaba directamente a los grupos de poder establecidos en América que habían entretejido una compleja realidad de poder social, económico y político. 

4.     LA REFORMA ECLESIASTICA

La expulsión de los jesuitas. A mediados del siglo XVIII los jesuitas del Perú eran algo más de quinientos y trabajaban en universidades, colegios, escuelas, misiones selváticas, parroquias rurales y "reducciones", como las de Juli.

Bruscamente, de la noche a la mañana, centenares de religiosos, desde los más ancianos hasta los más jóvenes, fueron detenidos y luego deportados por vía marítima a Europa. Las obras dirigidas por los jesuitas fueron paralizadas y luego desmanteladas.

Causas de la expulsión. Antes de que el rey Carlos III ordenara la expulsión de los jesuitas de todo el imperio español, en 1767, ya los monarcas de Portugal y Francia habían dictado semejante medida contra la orden de San Ignacio de Loyola. Ello hace pensar que no se trataba de una medida surgida de la inquina personal de un monarca contra los jesuitas, sino de algo más complejo.

Un rasgo característico de la ilustración europea fue marcar la clara hegemonía del Estado en todos los órdenes de la vida social. Es por ello que la Compañía de Jesús, directamente vinculada con la Santa Sede y el superior general, no era bien vista por Carlos III ni por sus inmediatos consejeros.

En realidad, nunca se publicaron los argumentos del monarca español para la expulsión. En su Pragmática sanción de 1767 dice Carlos III que las razones de tal medida se las guarda "en su real pecho". Los pretextos que se dieron consistían en la presunta rebeldía de los religiosos jesuitas de las colonias ante las modificaciones limítrofes que afectaban las misiones guaraníes situadas entre Brasil y Paraguay.

La ejecución del destierro. La orden de Carlos III alcanzó en Hispanoamérica no solamente a los jesuitas del Perú, sino también a los de otras cinco provincias hispanoamericanas (Chile, Paraguay, México, Quito y Santa Fe de Bogotá) y Filipinas: en total fueron expulsados unos 2 mil 300 miembros de la orden.

El virrey Amat mantuvo rigurosamente el secreto, tal como se le exigía desde Madrid. Despachó pliegos lacrados a todas las unidades y misiones donde existían centros de jesuitas, conminando a las autoridades civiles a que procedieran con el máximo de sigilo y celeridad a ejecutar las órdenes. La Compañía contaba con residencias o colegios en Lima, Arequipa, Bellavista, Cochabamba, Cuzco, Chuquisaca, Huamanga, Huancavelica, lca, Juli, La Paz, Pisco, Moquegua, Oruro, Potosí, Santa Cruz de la Sierra, Trujillo y las reducciones del Beni.

En la capital del virreinato los jesuitas poseían el colegio máximo de San Pablo, el noviciado de San Antonio Abad, la casa profesa y templo de Nuestra Señora de los Desamparados, el colegio del Cercado y el colegio real de San Martín. Además, varias haciendas, como Villa y San Juan.

En la madrugada del 9 de setiembre de 1767 todos los domicilios fueron sorpresivamente allanados por tropas armadas. Por su amplitud, el Colegio de San Pablo (actual San Pedro) fue designado por el virrey para reunir a los jesuitas de Lima y sus alrededores en espera del alistamiento de los navíos que debían partir del Callao hacia Europa.

La primera expedición de destierro se verificó el 27 de octubre: unos doscientos cincuenta jesuitas fueron trasladados al Callao. Se les hacinó a bordo de "El Peruano", barco que zarpó hacia el sur, pues debía recoger en Valparaíso a los jesuitas de Chile. La travesía fue pesada, agobiante, inhumana, de desesperante lentitud. No pocos enfermaron y murieron en el viaje. El 30 de abril de 1768 arribó "El Peruano" a Cádiz, pero, como no podían quedarse en suelo español, fueron conducidos en otras naves a los Estados Pontificios.

Entre los exiliados se hallaba el joven Juan Pablo Viscardo y Guzmán, que se haría célebre por su Carta a los españoles americanos, primer documento que plantea la licitud y necesidad de la independencia.

Tras la expulsión de los jesuitas, se nombró en Lima una "Junta de Temporalidades" para inventariar y administrar los bienes de los jesuitas. En esta tarea algunos funcionarios virreinales actuaron con poca honestidad y otros, encandilados por la perspectiva de un rápido enriquecimiento, se entregaron a hacer excavaciones en busca de tesoros en inexistentes laberintos y bóvedas subterráneas.

5.     LA REFORMA ECONÓMICA

Durante la segunda mitad del siglo XVIII, los Borbones pusieron en práctica un conjunto de medidas económicas con el fin de terminar con los privilegios particulares y centralizar en la metrópoli los beneficios de las colonias. Para ello se modificó el sistema tributario, se transformó el sistema de comercio trasatlántico y se llevó a cabo un plan para explotar al máximo los productos coloniales que tuvieran una buena demanda en Europa.

Además de la reforma fiscal (implantada por Areche), las relaciones comerciales con América recibieron especial atención y se orientaron a lograr que las colonias funcionaran como tales, es decir, que exportaran la mayor cantidad de productos primarios y recibieran los productos manufacturados de la metrópoli. Pero, claro está España no producía todo lo que América requería. Por lo tanto, las mercaderías extranjeras continuaron siendo introducidas en las colonias, incluso por los mismos españoles. Por otro lado, el régimen fiscal imperante en el tráfico era una de las principales causas del decaimiento de la actividad mercantil y agudizaba el contrabando. Por tal motivo, en estos dos aspectos se concentraron las reformas económicas.
Los nuevos impuestos. El comercio exterior americano estaba gravado por una serie de impuestos: avería, alcabala (impuesto a las ventas), almojarifazgo (impuesto de entrada y salida de los puertos), derecho de palmeo, derecho de tonelada, derecho de extranjería, entre otros tributos.

El primer ensayo en materia fiscal fue llevado a cabo en 1765, con la publicación del "Decreto y real institución". Éste consistía en suprimir la interminable lista de impuestos que amenazaba con asfixiar el tráfico y sustituirla por un nuevo impuesto al valor del 6% sobre los productos españoles y 7% sobre los productos extranjeros.

Además se ensayaron las primeras medidas de liberalización del tráfico, autorizando el comercio entre Puerto Rico, Santo Domingo, Cuba, Margarita, Trinidad y nueve puertos peninsulares: Cádiz, Sevilla, Málaga, Alicante, Cartagena, Barcelona, Santander, La Coruña y Gijón.

Tres fueron las finalidades perseguidas por este nuevo orden fiscal: intensificar el comercio, simplificar los trámites administrativos y ejercer la protección de las manufacturas españolas frente a la competencia extranjera.

El "comercio libre". En el Tratado de Utrech (1713), fue Inglaterra quien ganó el derecho a introducir 144 mil "piezas de Indias" como se llamaba los esclavos negros, así como el "navío de permiso”, una embarcación de quinientas toneladas cargada de mercancías que acompañaría a las flotas españolas y que podría vender su carga libre de impuestos.

Un gran cambio se produjo en 1778 con la promulgación del "Decreto de Libre Comercio” (“reglamento de aranceles para el comercio libre de España e Indias"). Con el objeto de obtener mayores beneficios por la vía fiscal, se habilitaron 22 puertos americanos, los cuales se dividieron en mayores (La Habana, Cartagena, Río de la Plata, Valparaíso, Concepción, Arica, el Callao y Guayaquil) y puertos menores (todos los comprendidos en Centroamérica y el Caribe).

Los comerciantes limeños dejaron de tener el dominio comercial de todo el cono sur del virreinato peruano y un nuevo grupo mercantil comenzó a surgir en zonas periféricas. Tal fue el caso de los comerciantes del Río de la Plata, que dejaron de estar supeditados al control monopólico que se ejercía desde Lima.

A pesar de su nombre, este reglamento no permitía el libre comercio con las potencias extrajeras, sino que mantenía la principal restricción, que era comerciar únicamente con España.

El reglamento del libre comercio permitió una ampliación de la actividad mercantil, que aseguró a España un mayor ingreso fiscal.

En 1792 la balanza comercial para el Perú fue favorable en cuatro millones de pesos fuertes. En las memorias del virrey Gil de Taboada se habla de un superávit en el quinquenio 90-94 de 4 millones 311 mil 065 pesos, aunque los valores exportados en caudales fueron superiores a los exportados en frutos.

El comercio libre promovió una expansión masiva del orden del 400% y tuvo una aplicación muy limitada debido a la situación bélica entre España e Inglaterra. El período de mayor auge comercial fue el de 1784 a 1794, fecha a partir de la cual, debido a una nueva guerra con Inglaterra, los barcos neutrales tuvieron libre acceso a los puertos americanos. Esto, evidentemente, trastocó el comercio directo con España.


LAS REBELIONES INDIGENAS

1.     REBELIÓN DE JUAN SANTOS ATAHUALPA (1742-1756)

Juan Santos Atahualpa
Juan Santos Atahualpa, hizo su aparición en la selva central, en 1742, enfatizó su estatus de apu inca por descender de Atahualpa. Se asegura que procedía del Cuzco. Había sido educado por los jesuitas. Había estado en el África. Hablaba latín. La controversia alrededor de su muerte también contribuye a convertirlo en mito. Para algunos, desapareció envuelto en una nube de humo en 1756 y, para otros, fue enterrado en Metraro.

Franciscanos, jesuitas y la conversión de almas
El área donde se desarrolló la insurrección de Juan Santos Atahualpa se hallaba, desde el siglo XVII, bajo el control de la orden de los franciscanos. Era, por lo tanto, un territorio en proceso de conversión. Geográficamente se situaba en lo que se denominaría Gran Pajonal. Tribus como los shipibos, conibos, amueshas y campas (o ashánincas) estaban siendo adoctrinadas por los franciscanos para ser luego incorporadas al virreinato peruano. Convertirlos significaba, entonces, no sólo cristianizarlos, sino también prepararlos para ser empadronados como tributarios y mitayos.

La conversión no debió resultar fácil ni para los franciscanos ni para las tribus selváticas. Comunicarse en los dialectos locales requería un aprendizaje especial de parte de los misioneros.

Para los grupos selváticos, por otro lado, la doctrina no se limitaba a los sacramentos y el catequismo; incluía, además, la incursión en actividades externas a su vida cotidiana, como la fabricación de pan y el trabajo en los obrajes, que era como se denominaba a los talleres textiles.

Definitivamente, la presencia de Juan Santos Atahualpa y el éxito de su insurrección llevó al fracaso de las misiones, al abandono de las reducciones donde los nativos habían sido circunscritos y a la dispersión de los nuevos conversos. Luego de 33 años de dominación misionera, los amueshas y campas de la selva central del Perú lograron expulsar a los españoles de la región.

El Cerro de la Sal y las herrerías
Los franciscanos, dentro de su política de conversión, formaron cinco pueblos misionales en las inmediaciones del Cerro de la Sal. El área escogida para establecerse era estratégica, pues todas las tribus selváticas acudían al Cerro de la Sal para abastecerse de dicho producto. Aunque el cerro estaba ubicado en territorio amuesha, era el eje de una confluencia e intercambio interétnico.

Otro elemento que utilizaron los franciscanos para atraer nativos a las misiones fue la fabricación de herramientas. Incluso para 1725 muchos indígenas amueshas y campas estaban recibiendo entrenamiento como herreros. Ellos serían los que posteriormente apoyarían a Juan Santos en la fabricación de armas. Los franciscanos eran conscientes de la influencia que ejercían los instrumentos de labranza -hachas, machetes, cuchillos- entre las tribus selváticas. Así lo expresaron en sus documentos: "los más de estos indios sólo eran cristianos de nombre, y solamente se sujetaban por la golosina de las herramientas que les daban los padres".

Colonización y epidemias
La colonización de la selva causó entre las etnías evangelizadas una actitud de rechazo frente a los misioneros franciscanos. Entre 1709 y 1737 se sucedieron epidemias como la viruela y el sarampión, que ocasionaron la muerte de numerosos pobladores. Era inevitable que amueshas y campas establecieran una correlación entre los misioneros y las enfermedades, resintiendo la presencia de los clérigos en su territorio.

No obstante, esto debe combinarse con la resistencia aborigen al trabajo encasillado en centros productivos coloniales. No es casual que, durante las incursiones de las tropas de Santos Atahualpa, se incendiara el obraje de San Juan de Colpas y se invadiera la hacienda de los condes de La Laguna. Ambos eran símbolos de un sistema laboral que todavía no había sido ni aceptado ni asimilado por los nativos de la selva.

La base social del movimiento de Juan santos Atahualpa
El discurso de Juan Santos es interesante. De acuerdo con sus declaraciones, el mundo se dividía en tres reinos: España para los españoles, África para los africanos y América para los indígenas, mestizos y criollos de la tierra. En dichas declaraciones, hay una propuesta de identidad por oposición. Los americanos -es decir, los nacidos en América- son considerados diferentes a los peninsulares y a los africanos.

Sin embargo, puede comprobarse que no sólo indígenas y mestizos se unieron al movimiento, sino también es posible constatar la presencia de negros y zambos. Las huestes de Juan Santos tuvieron, por lo tanto, una base amplia. A las tribus selváticas se les sumó un número marginal de serranos y algunos negros. El área de la selva central se convirtió para todos ellos en una zona de refugio.

Guerra de guerrillas
La estrategia militar que siguió Juan Santos fue la de perpetrar ataques sorpresivos por parte de sus columnas guerrilleras. Demostró ser la adecuada, ya que la selva se prestaba para este tipo de incursiones y, además, al no contar con un ejército debidamente entrenado y acondicionado, sus inesperadas entradas desconcertaban a los españoles.

Diez años de choques con el ejército peninsular no pueden ser considerados un total fracaso para la insurrección de Santos Atahualpa. Al principio, probablemente no se le dio la suficiente importancia, por tratarse de un área periférica a los intereses del virreinato peruano. La selva central no era un nervio económico como Potosí o Huancavelica. Tampoco era un territorio de concentración de población blanca a la que había que resguardar, como Arequipa o Trujillo. Ni se trataba del corazón del imperio incaico, como era el caso del Cuzco.

La opción utilizada por el ejército español para contrarrestar a Juan Santos fue la de crear fuertes con guarniciones de soldados en el territorio en conflicto. Así, se ordenó la construcción de un fuerte en Quimirí, que fue rápidamente destruido por las tropas de Santos Atahualpa. Entre 1742 y 1750, los peninsulares llevaron a cabo cuatro entradas militares; ninguna tuvo éxito.

2. REBELIÓN DE JOSÉ GABRIEL CONDORCANQUI, TUPAC AMARU II

José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru II.
José Gabriel Condorcanqui reclamaba ser descendiente de Túpac Amaru I, el último inca de Vilcabamba, quien fuera ejecutado en la plaza del Cuzco - en 1572 - por orden del virrey Toledo.

Túpac Amaru II nació en Tinta, el 19 de marzo de 1738. Era el segundo hijo de Miguel Condorcanqui y de Rosa Noguera. Al fallecer su hermano mayor, quedó como único y legítimo heredero del curacazgo de Surimana, Tungasuca y Pampamarca. Fue educado por los jesuitas en el colegio de curacas de San Francisco de Borja ubicado en el Cuzco.

Tenía alrededor de 20 años cuando, en 1760, contrajo matrimonio con Micaela Bastidas Puyucahua. Era propietario de cocales en Carabaya, chacras en Tinta, vetas de mina y, sobre todo, dueño de 350 mulas, por lo cual era conocido peyorativamente como "el curaca arriero".

El inicio de la rebelión: el ajusticiamiento de Arriaga
 Se puede decir que la rebelión de Túpac Amaru II se inició el 4 de noviembre de 1780, con la captura del corregidor Antonio de Arriaga, en Tinta, Cusco.

La ejecución de Arriaga terminó siendo un espectáculo público en el que se trató de respetar las prácticas cristianas. Así, se cuidaron detalles como la presencia de clérigos, de un verdugo y se sometió al corregidor a una confesión y arrepentimiento de sus pecados. No obstante estas consideraciones, se le sometió a la pena de la horca, reservada para convictos de extracción baja. La muerte del corregidor Arriaga no simbolizaba exclusivamente un ataque al español, sino principalmente a la autoridad abusiva que éste representaba.

Dos agendas, dos discursos
Las reformas borbónicas modificaron significativamente la estructura colonial. En ese sentido, los aspectos económico y fiscal tuvieron un impacto inmediato en los diferentes sectores de la sociedad. El comercio y los tributos fueron dos de las esferas más afectadas. En este contexto debe entenderse la rebelión de Túpac Amaru II.

Para contrarrestar el contrabando que se había detectado entre el Bajo y el Alto Perú, se crearon una serie de aduanas interiores en puntos estratégicos. Además, se elevó la alcabala o impuesto de compraventa del 4 al 6% en 1780. Por otro lado, se incluyó en el esquema de productos gravados el chuño y la coca que, por su origen nativo, estaban exonerados de esta contribución. Aduanas, alcabalas y la incorporación de nuevos productos al esquema fiscal generaron descontento y desconcierto entre los hacendados, obrajeros, pequeños y grandes comerciantes.

La propuesta de ampliar el tributo a mestizos, zambos y mulatos también provocó un gran malestar entre los grupos sociales. Por un lado, significaba igualar a las castas con los indígenas tributarios. Por otro lado, al hacer extensivo el tributo a otros grupos étnicos, el curaca perdía su razón de ser, ya que una de sus funciones principales era la de recaudar y completar, cuando era necesario, el tributo de su comunidad.

Por último, el reparto de mercancías, que era atributo del corregidor desde 1756, levantó igualmente violentas protestas. Los comerciantes criollos reclamaron que el reparto favorecía sobre todo a productores y comerciantes peninsulares, a quienes se privilegiaba frente a sus similares criollos. Los clérigos se oponían a los repartos porque los indígenas le daban prioridad a este pago frente a los diezmos, primicias y obvenciones. Los curacas veían cada vez más difícil su tarea de cubrir los tributos a los que se habían sumado los repartos. Los pobladores indígenas se quejaban de que ahora trabajaban el doble: para pagar tributos y repartos.

Túpac Amaru II manejó magistralmente este momento particular en el que se juntaron intereses provenientes de diferentes sectores sociales. A los criollos les ofreció la abolición de aduanas y alcabalas, que estaban siendo controladas por peninsulares o personal venido "de afuera". Ante los mestizos puso énfasis en la erradicación de repartos, si eran arrieros o artesanos, y de aduanas y alcabalas, si eran pequeños comerciantes. Para los indígenas tuvo otra agenda, otro discurso. Les dijo que no habría más tributos "mientras durara la rebelión" y, aunque hizo hincapié en abolir la mita, se refirió exclusivamente a la mita minera. De la mita chacra o mita obraje dijo poco o nada. Se puede afirmar, entonces, que se dio prioridad a las reivindicaciones de criollos y mestizos; los pobladores indígenas recibieron una menor gratificación.

Todos juntos, pero cada quien en su lugar
La capacidad de convocatoria de Túpac Amaru II fue amplia: vinculó a peninsulares, criollos, mestizos, mulatos, negros y a indígenas. Pero no todos tuvieron la misma ubicación ni gozaron de los mismos privilegios dentro del movimiento.

Túpac Amaru II contó con un respaldo innegable en el núcleo de su curacazgo. No obstante este apoyo, la mayoría de los pobladores indígenas integró la tropa del ejército rebelde.

Los mestizos, que se desempeñaban como artesanos o arrieros, fueron nombrados capitanes o coroneles durante la rebelión. Ellos tenían el mando de las tropas. No sólo Túpac Amaru II era mestizo, sino también sus familiares cercanos y los curacas que lo secundaron.

La presencia de zambos, mulatos y esclavos negros también quedó registrada. Los criollos -propietarios de haciendas, obrajes y minas, además de comerciantes- también fungieron de escribanos. Eran los hombres de confianza del curaca y, como tales, fueron resguardados del enfrentamiento bélico.

Curacas y curas
Túpac Amaru II recurrió desde el principio de la rebelión a curacas y curas para organizar su movimiento. Sabía que ambos eran líderes idóneos y que contaban con los recursos necesarios para reunir adeptos.

Los más cercanos: todos sus parientes
Desde un principio, Túpac Amaru II comprometió a sus parientes en la rebelión. Esto no sólo lo hizo para contar con individuos de confianza, sino porque en el caso eventual de que fuera hecho cautivo, algún familiar pudiera asumir el liderazgo del movimiento.

Su esposa, Micaela Bastidas, también lo apoyó incondicionalmente. Aunque analfabeta, como la mayoría de las mujeres de su época, se encargó de enviar víveres y misivas, así como de emitir salvoconductos. También supervisaba la fabricación de armas y el pago a la tropa mientras Túpac Amaru II se encontraba en campaña.

La batalla de Sangarará: un punto sin retorno
El 18 de noviembre de 1780, surgieron las primeras contradicciones en la gran rebelión. La Batalla de Sangarará, donde el triunfo de Túpac Amaru II significó la muerte de numerosos criollos y peninsulares refugiados en la iglesia local, mostró fisuras irreversibles con la población blanca y con el alto clero. Como resultado de esto, José Gabriel, cristiano practicante, fue excomulgado. De esta manera, su figura se hizo más vulnerable. Ya no contaba con el beneplácito divino.

Frente a la subsiguiente frialdad de los españoles, el movimiento se radicalizó. Es aquí cuando emerge más claramente la asociación de Túpac Amaru II con el inca, sobre todo entre la población indígena. Para los mestizos y los más cercanos a la cúpula rebelde, Túpac Amaru II iba a asumir el cargo de virrey en Lima. Su rebelión era, por lo tanto, contra el mal gobierno de las autoridades coloniales (corregidores, aduaneros), pero no necesariamente contra el rey.

No obstante, la posibilidad de avanzar hacia Lima se diluyó rápidamente. Túpac Amaru II optó por tomar la ruta que conocía como arriero y expandió el movimiento hacia la zona de Desaguadero, puerta de entrada al Alto Perú. En esta área también su discurso sufrió algunas alteraciones. Tuvo que centrarse más en ofrecer la abolición del tributo, porque las masas indígenas lo presionaron. Además, fue necesario ofrecer la manumisión a los esclavos que se unieran a sus filas. Pero el sector criollo ya se había retraído, los pobladores quechuas y aimaras habían rebasado las expectativas del movimiento.

En enero de 1781, Túpac Amaru II atacó el Cuzco, pero ya era demasiado tarde. Pocos meses después, en abril, fue derrotado y capturado por el ejército realista. El 18 de mayo, reproduciendo el espectáculo público de la muerte del corregidor Arriaga, sería ejecutado en la plaza central del Cuzco, por ordenes del visitador José Antonio de Areche,  tal como dos siglos antes había sido ajusticiado Túpac Amaru I. Pero esta vez, la ejecución fue masiva, pues incluyó a su esposa y su hijo mayor, Hipólito, el llamado a suceder a su padre como curaca de sangre real.

Las consecuencias de la rebelión tupacamarista
La gran rebelión del sur causó la muerte de alrededor de cien mil personas, al ser controlada por las tropas virreinales; lo que ocasionó un nuevo colapso demográfico que afectó la productividad. A raíz del levantamiento, que hizo ver a los españoles el peligro que corrían ante la inmensa mayoría indígena y mestiza, las autoridades coloniales tomaron una serie de medidas radicales.

Se prohibió todo tipo de manifestación artística o literaria que hiciera alusión al pasado incaico, como la lectura de los Comentarios reales del Inca Garcilaso de la Vega. Asimismo, se suprimieron todos los títulos nobiliarios incas, incluido el de curaca. Se prohibió hablar en quechua o usar símbolos incaicos. Se creó en 1787 la Audiencia del Cusco para la efectiva ejecución de justicia.

También se elevó el número de las milicias en el Virreinato hasta conformar un poderoso ejército de cincuenta mil hombres. Esto sin tomar en cuenta que las autoridades como los corregidores, sobrepasaron la paciencia y el control de las más altas autoridades, por lo que se procedió a reemplazarlos por los intendentes o autoridades con cierto poder militar.

3. LA REBELIÓN DE JULIAN APAZA, TÚPAC CATARI

La rebelión de Túpac Amaru II atravesó por dos fases bastante bien definidas. La primera de ellas, la fase quechua, contó con la conducción personal del curaca de Tinta. La segunda fase se ha denominado aimara, pues al liderazgo de los parientes de Túpac Amaru -Diego Cristóbal, Miguel Bastidas y Andrés Mendigure- se sumó, en 1781, la presencia del dirigente aimara Julián Apaza, conocido como Túpac Catari.

Julián Apaza declaró ser un indígena tributario de Sicasica, provincia ubicada en el Alto Perú. Al momento de la rebelión contaba con alrededor de 30 años. Se desempeñaba como trajinante o pequeño comerciante de coca y bayetas. Estaba casado con Bartholina Sisa, de quien se hallaba separado.

Una rebelión sin curacas
A diferencia del caso de Túpac Amaru, Apaza no tenía el rango de curaca. Era solamente un indígena de comunidad. Carecía de la educación de José Gabriel y de los códigos de relación entre curacas.

Un rasgo distintivo de la fase aimara es, precisamente, la ausencia de curacas de linaje que participaran a favor de la rebelión. Es más, durante el mes de febrero, víspera de carnaval, los indígenas de Sicasica mataron al curaca Pedro López. Al mes siguiente las víctimas fueron el curaca de Ayoayo y su mujer.

Para compensar la ausencia de curacas, Túpac Catari promovió la elección de dirigentes por aclamación general.

El cerco de La Paz
Un hecho sin precedentes ocurrió en la fase aimara de la sublevación: los rebeldes mantuvieron cercada la ciudad de La Paz durante 109 días, desde el mes de marzo de 1781. Esto propició que se estableciera un mercado negro de víveres, pues el bloqueo de la ciudad impedía el comercio habitual.

A la escasez de alimentos siguieron las pestes. Las descripciones señalan cómo los cuerpos de los enfermos yacían en las calles, sin poder recibir cristiana sepultura.

Para la élite paceña fue una experiencia traumática. Les parecía increíble haber sido asediados por los indígenas quienes, además, ejercían el control de la ciudad. Con esta finalidad, Túpac Catari consideró oportuno establecer su campamento en El Alto, desde donde se divisaba La Paz. Aunque no lograron apoderarse de la plaza fortificada, la ciudad quedó estrangulada e inclusive los rebeldes apelaron a inundar la ciudad, lo que causó mucho daño a las casas. Pero maniobras políticas y militares, así como líderes originarios contrarios al levantamiento acabaron con el mismo. Los cabecillas fueron apresados y ejecutados.

Este levantamiento indio de finales del siglo XVIII fue el más extenso geográficamente y con más apoyo. Tomaría dos años al gobierno colonial sofocarlo.